Buenos días de viernes.
Hace relativamente poco os hablaba del experimento de la familia Harlow con los monos para estudiar el apego humano. A prácticamente todos nos parece una barbaridad, cómo podían emplearse crías de mono y someterles a tanto sufrimiento con el fin de probar ciertas hipótesis científicas. El vídeo de los experimentos nos ponían los pelos de punta. Ciertamente el tema de la experimentación con animales genera desde hace décadas muchísima controversia.
Pero, ¿y cómo se te ponen los pelos entonces, cuando te paras a pensar en los múltiples experimentos de ética cuestionable que se han realizado a lo largo de la historia con seres humanos? Incluso con niños, como fue el caso del pequeño Albert. ¿Cómo te quedas cuando te recuerdo la inmensa cantidad de aberrantes pruebas y experimentos a los que fueron sometidas millones de personas durante la II Guerra Mundial? Peor aún te quedarías si desmontara el mito de que aquellos experimentos tan espantosos han quedado atrás en el tiempo y te comentara que algunos han sucedido hace no tanto, tanto tiempo como te imaginas. Y no solo se han seguido poniendo en marcha experimentos de dudosa moral, sino que se han obtenido resultados tan escalofriantes, tan difíciles de creer, como los que te voy a enseñar a continuación.
Pero no todo tiene que tener un fin morboso y negativo. La exposición de este experimento en el artículo de hoy no tiene mayor objetivo que el de entender nuestra conducta un poquito más, observando, analizando y reflexionando sobre esos resultados.
El experimento de Milgram
Stanley Milgram era un renombrado psicólogo de la Universidad de Yale, que se interesó por el estudio del comportamiento de la obediencia en 1961, tres meses después del juicio y sentencia de muerte en Jerusalén de Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. La pregunta que él pretendía responder con sus experimentos era la siguiente: "¿Podría ser que Eichmann y sus cómplices tan solo estuvieran cumpliendo órdenes durante el Holocausto?
Esa pregunta da lugar a la hipótesis a partir de la cual surgieron sus estudios. La variable dependiente y la que él pretendía estudiar en este caso es la conducta del ser humano que ha de atender a los deseos de otro ser humano autoritario, aun cuando esos deseos están en contra de los suyos propios.
Cada sesión del experimento (ilustrado a la derecha) requería tres personas y dos pequeñas habitaciones. En una habitación se encontraban el experimentador y el participante voluntario y en la otra, aislada, un actor que se hacía pasar por sujeto emitiendo respuestas de una lista de palabras. El investigador le daba instrucciones al participante voluntario: Éste debería manejar una caja de control, en la cual había un botón que emitía descargas eléctricas al ser pulsado. Los voltios podían aumentarse o reducirse mediante una palanca.
La cuestión ética del experimento es si la explicación previa que los participantes voluntarios recibían, es éticamente aceptable, pues se les sometió a una mentira, se les hizo creer que eran co-responsables del experimento, que iban a colaborar en un estudio de un grupo de sujetos, que perseguía el objetivo de mejorar la capacidad de memoria de éste. La realidad era sin embargo, que los sujetos estudiados eran los mismos participantes, siendo la persona al otro lado de la habitación un mero actor.
Lo verdaderamente sorprendente del procedimiento son las reacciones de los participantes. El investigador toma anotaciones, el actor repite de memoria una serie de elementos (palabras) y el participante víctima ha de emitir una descarga eléctrica cada vez que el actor cometa un error. La intensidad de la descarga va en aumento por orden del investigador, y el actor comienza a gritar aterrado por el dolor ocasionado. Es en este momento cuando el emisor de las descargas escucha los alaridos y comenta con el investigador su deseo de abandonar el experimento, pues no lo considera apropiado, insistiendo el investigador en su obligada continuación de la sesión, emitiendo descargas cada vez más intensas.
Resultados y conclusión
Los resultados son aterradores, preocupantes, espeluznantes, impresionantes, increíbles, incoherentes con la tan defendida moral humana. No me voy a centrar en datos al detalle sino en el análisis macroscópico de ellos. Más datos estadísticos podéis encontrar facilmente en internet, la bibliografía es inmensa. Bueno, lo terrible fue lo siguiente: A pesar del sufrimiento mostrado por los actores mediante gritos, peticiones de ayuda o lloros, los participantes, ante las órdenes del investigador de continuar, CONTINUABAN emitiendo descargas. Solo un 3% del total de los participantes abandonaron el procedimiento a pesar de la insistencia del investigador. La gran mayoría por el contrario, obedecieron las órdenes hasta el final.
Os ilustro la escena con un par de vídeos para que podáis observar por vosotros mismos el proceso. Este experimento ha sido repetido en innumerables ocasiones, encontrando siempre resultados similares.
El interés de este experimento se basa en explicar la conducta de grupos durante eventos históricos tan complejos y difíciles de entender como el Holocausto o el conflicto Israel-Palestina.
Este es un vídeo de una réplica del experimento bastante actual:
Todos pensamos después de ver estos vídeos, que nosotros sí abandonaríamos la sala, pues nadie se considera sádico, sumiso o inmoral. La realidad es que si nos viéramos en esa situación, una enorme mayoría continuaría como primera opción, desistiendo solo cuando la sumisión y el conflicto interno que el proceso supone nos resultara exageradamente insoportable.
Y tú, ¿qué harías?
¡Hasta muy pronto!
"Esforcémonos en obrar bien. He aquí el principio de la moral" (Blaise Pascal)
Hace relativamente poco os hablaba del experimento de la familia Harlow con los monos para estudiar el apego humano. A prácticamente todos nos parece una barbaridad, cómo podían emplearse crías de mono y someterles a tanto sufrimiento con el fin de probar ciertas hipótesis científicas. El vídeo de los experimentos nos ponían los pelos de punta. Ciertamente el tema de la experimentación con animales genera desde hace décadas muchísima controversia.
Pero, ¿y cómo se te ponen los pelos entonces, cuando te paras a pensar en los múltiples experimentos de ética cuestionable que se han realizado a lo largo de la historia con seres humanos? Incluso con niños, como fue el caso del pequeño Albert. ¿Cómo te quedas cuando te recuerdo la inmensa cantidad de aberrantes pruebas y experimentos a los que fueron sometidas millones de personas durante la II Guerra Mundial? Peor aún te quedarías si desmontara el mito de que aquellos experimentos tan espantosos han quedado atrás en el tiempo y te comentara que algunos han sucedido hace no tanto, tanto tiempo como te imaginas. Y no solo se han seguido poniendo en marcha experimentos de dudosa moral, sino que se han obtenido resultados tan escalofriantes, tan difíciles de creer, como los que te voy a enseñar a continuación.
Pero no todo tiene que tener un fin morboso y negativo. La exposición de este experimento en el artículo de hoy no tiene mayor objetivo que el de entender nuestra conducta un poquito más, observando, analizando y reflexionando sobre esos resultados.
El experimento de Milgram
Stanley Milgram era un renombrado psicólogo de la Universidad de Yale, que se interesó por el estudio del comportamiento de la obediencia en 1961, tres meses después del juicio y sentencia de muerte en Jerusalén de Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. La pregunta que él pretendía responder con sus experimentos era la siguiente: "¿Podría ser que Eichmann y sus cómplices tan solo estuvieran cumpliendo órdenes durante el Holocausto?
Esa pregunta da lugar a la hipótesis a partir de la cual surgieron sus estudios. La variable dependiente y la que él pretendía estudiar en este caso es la conducta del ser humano que ha de atender a los deseos de otro ser humano autoritario, aun cuando esos deseos están en contra de los suyos propios.
Cada sesión del experimento (ilustrado a la derecha) requería tres personas y dos pequeñas habitaciones. En una habitación se encontraban el experimentador y el participante voluntario y en la otra, aislada, un actor que se hacía pasar por sujeto emitiendo respuestas de una lista de palabras. El investigador le daba instrucciones al participante voluntario: Éste debería manejar una caja de control, en la cual había un botón que emitía descargas eléctricas al ser pulsado. Los voltios podían aumentarse o reducirse mediante una palanca.
La cuestión ética del experimento es si la explicación previa que los participantes voluntarios recibían, es éticamente aceptable, pues se les sometió a una mentira, se les hizo creer que eran co-responsables del experimento, que iban a colaborar en un estudio de un grupo de sujetos, que perseguía el objetivo de mejorar la capacidad de memoria de éste. La realidad era sin embargo, que los sujetos estudiados eran los mismos participantes, siendo la persona al otro lado de la habitación un mero actor.
Lo verdaderamente sorprendente del procedimiento son las reacciones de los participantes. El investigador toma anotaciones, el actor repite de memoria una serie de elementos (palabras) y el participante víctima ha de emitir una descarga eléctrica cada vez que el actor cometa un error. La intensidad de la descarga va en aumento por orden del investigador, y el actor comienza a gritar aterrado por el dolor ocasionado. Es en este momento cuando el emisor de las descargas escucha los alaridos y comenta con el investigador su deseo de abandonar el experimento, pues no lo considera apropiado, insistiendo el investigador en su obligada continuación de la sesión, emitiendo descargas cada vez más intensas.
Resultados y conclusión
Los resultados son aterradores, preocupantes, espeluznantes, impresionantes, increíbles, incoherentes con la tan defendida moral humana. No me voy a centrar en datos al detalle sino en el análisis macroscópico de ellos. Más datos estadísticos podéis encontrar facilmente en internet, la bibliografía es inmensa. Bueno, lo terrible fue lo siguiente: A pesar del sufrimiento mostrado por los actores mediante gritos, peticiones de ayuda o lloros, los participantes, ante las órdenes del investigador de continuar, CONTINUABAN emitiendo descargas. Solo un 3% del total de los participantes abandonaron el procedimiento a pesar de la insistencia del investigador. La gran mayoría por el contrario, obedecieron las órdenes hasta el final.
Os ilustro la escena con un par de vídeos para que podáis observar por vosotros mismos el proceso. Este experimento ha sido repetido en innumerables ocasiones, encontrando siempre resultados similares.
El interés de este experimento se basa en explicar la conducta de grupos durante eventos históricos tan complejos y difíciles de entender como el Holocausto o el conflicto Israel-Palestina.
Este es un vídeo de una réplica del experimento bastante actual:
Todos pensamos después de ver estos vídeos, que nosotros sí abandonaríamos la sala, pues nadie se considera sádico, sumiso o inmoral. La realidad es que si nos viéramos en esa situación, una enorme mayoría continuaría como primera opción, desistiendo solo cuando la sumisión y el conflicto interno que el proceso supone nos resultara exageradamente insoportable.
Y tú, ¿qué harías?
¡Hasta muy pronto!
"Esforcémonos en obrar bien. He aquí el principio de la moral" (Blaise Pascal)
Ilustrativo y muy bien explicado, como todos. Muchas gracias por enseñarnos algo nuevo todos los días.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Enseñar es la mejor forma de aprender :-) un saludo.
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