Esta mañana estaba yo duchándome y de repente me he quedado con la mirada fija en los champús mientras filosofaba sobre cosas irrelevantes de la vida (todos sabemos que hay dos momentos de reflexión fuerte en el día y esos son: en el desayuno y durante la ducha), disfrutando de la temperatura de 40ºC del agua (sí, me gusta ducharme con lava volcánica). En ese momento me he puesto a leer los numerosos botes de la bañera: con aceite de argán, con bambú y extracto de perlas, de limón, con miel, con aceite de oliva, manteca de cacao, arroz con pollo, calabacín con judías, aceite de girasol... ¿En serio? Parece que para el pelo todo vale, todo aporta, todo nutre. Ya no tengo claro de si el que elabora los botes de champú es Jordi Hurtado o L'Oreal.
Lo mismo ocurre durante el desayuno o en las visitas al supermercado. Si te fijas en los envasados, las latas, botes o paquetes de cereales, podrás observar que lo que promete ser arroz inflado azucarado lleva en la etiqueta otros 893713 ingredientes de los cuales más de la mitad te suenan a chino, o latín, que es como los camuflan. Los sándwiches de máquina que supuestamente se componen de pan con pavo y queso llevan impreso un texto bíblico con números indescifrables y palabras que no acepta ni la RAE.
Puede que esto no te resulte algo novedoso, pero en este post lo vamos a reconfirmar una vez más: Las multinacionales y su marketing nos mienten, todos los días y todo lo que pueden. Saben por dónde cogernos, estudian nuestras tendencias de compra, nuestra manera de pensar, de sentir... Y los psicólogos también lo sabemos.
2012 fue el año en el que empecé a trabajar en ventas en el Aeropuerto de Múnich mientras estudiaba una parte de la psicología social: psicología de la convicción (o psicología del marketing). Me divertía poniendo en práctica todo lo que estudiaba, pero pude comprobar algo peor: Lo que se conoce en el mundo del marketing como efecto tercera persona o third person effect: Pensamos que los demás son más probables como víctimas de la manipulación, pero todos y cada uno de nosotros, hasta el que se cree más listo, hasta el que conoce los trucos de cerca, es susceptible de ser víctima del marketing, de la convicción más rastrera. Yo vendía tarjetas de crédito, y os lo aseguro, adaptándome a las necesidades de cada cliente y una buena dicción (en alemán, así que fíjate tú si será fácil convencer que hasta yo siendo extranjera me ganaba a mis clientes), les hacía firmar sin ellos apenas darse cuenta. Practicaba el deporte de la pesca: Echaba el anzuelo, hablaba bonito, seducía con palabras, sonrisas y miradas, hasta que les atraía a la mesa a echar una firmita. A los meses dejé el trabajo por sentirme algo incómoda con mis principios y valores, a pesar de vender un buen producto y con la verdad por delante, no me sentía bien incitando a la gente a firmar algo que no necesitaban o que realmente no querían a cambio de obtener mi comisión correspondiente, pero aprendí tanto en esa posición de poder que jamás me arrepentiré de haberlo hecho.
Que no te manipulen
"Un producto Bio no siempre es natural, un producto bajo en grasa o "light" no siempre es ligero, y no todos los productos sin azúcar tienen pocas calorías".
Dejar a las empresas en bragas y hacer este conocimiento público nos ha llevado casi dos décadas, pero ahora esta información está al alcance de todos (gracias Internet), y creo que es importante seguir pasando la bola para que nadie siga creyendo en esos mitos de los 90. Una vez hecho público todo el engaño, las grandes empresas actuaron. ¿Os acordáis de los Bio de Danone o de los BioCentury? Tuvieron que cambiar sus nombres a Activia y BiCentury por estar vendiéndose como algo que no son: productos naturales. McDonald's utilizaba carnes de bajísima calidad (granjas en estados lamentables), verduras transgénicas, además de utilizar derivados del amoníaco para tratar la carne, por ello, por los ataques a esta multinacional y por el la publicación de estas prácticas limpiaron su imagen por completo cargándose el color rojo y al payaso y sustituyéndolo por el color verde saludable, las promesas de calidad y las hamburguesas veganas y "bio". Coca-Cola sacó su nueva Coca-Cola life, con su color verde saludable y su extracto de stevia (extracto, que no stevia, eso sería demasiado poco rentable para la empresa). Como todos sabemos, las multinacionales son tan multimillonarias que no son vencibles por el pueblo, pero sí pueden cambiar y mejorar sus productos ante nuestras demandas, aunque nunca se acercarán a nada "natural" porque no les saldría rentable. Lo natural es caro, eso es así.
Aprende a leer las etiquetas
Por esto mismo, porque son invencibles y pueden permitirse pagar todo tipo de ataques y denuncias (esto último lo viví concretamente cuando trabajé en Zara), porque tienen el poder suficiente para controlar a la prensa y contrarrestar la información publicada en Internet, no nos queda otra opción que aprender a leer etiquetas, aprender a tener un juicio crítico sobre lo que estamos consumiendo, sean champús, suavizantes, ropa, comida rápida o de supermercado.
Busca en Google el significado de todo aquello que desconozcas, apuesta por los productos que muestran etiquetas cortas y claras, que no tengan números indescifrables, por aquellas que te muestran los porcentajes de cada ingrediente. Y ante la duda: las etiquetas que no muestran el porcentaje suelen poner los ingredientes por orden de mayor cantidad a menor, así que aquellas que empiecen por "azúcar", ya sabes el ingrediente que consumirás en mayor cantidad.
Desconfía de lo que pone en el producto por delante y en letra grande, ve a la letra pequeña. Descubrirás en un alto porcentaje que el contenido difiere de lo prometido. No te fíes de los productos bajos en grasa: Algo bajo en grasa es insípido y por consiguiente suele estar lleno de potenciadores del sabor, edulcorantes, azúcar y sal para hacerlo más atractivo al paladar.
Compra siempre que puedas en establecimientos pequeños de ropa o supermercados de barrio. La ropa será de mejor calidad y durará más tiempo, la comida tendrá un origen más natural y en el sabor notarás la diferencia.
¿Te sonaba ya algo de todo esto? Este tema es largo y tendido...
¡¡ Feliz fin de semana !!
Lo mismo ocurre durante el desayuno o en las visitas al supermercado. Si te fijas en los envasados, las latas, botes o paquetes de cereales, podrás observar que lo que promete ser arroz inflado azucarado lleva en la etiqueta otros 893713 ingredientes de los cuales más de la mitad te suenan a chino, o latín, que es como los camuflan. Los sándwiches de máquina que supuestamente se componen de pan con pavo y queso llevan impreso un texto bíblico con números indescifrables y palabras que no acepta ni la RAE.
Puede que esto no te resulte algo novedoso, pero en este post lo vamos a reconfirmar una vez más: Las multinacionales y su marketing nos mienten, todos los días y todo lo que pueden. Saben por dónde cogernos, estudian nuestras tendencias de compra, nuestra manera de pensar, de sentir... Y los psicólogos también lo sabemos.
2012 fue el año en el que empecé a trabajar en ventas en el Aeropuerto de Múnich mientras estudiaba una parte de la psicología social: psicología de la convicción (o psicología del marketing). Me divertía poniendo en práctica todo lo que estudiaba, pero pude comprobar algo peor: Lo que se conoce en el mundo del marketing como efecto tercera persona o third person effect: Pensamos que los demás son más probables como víctimas de la manipulación, pero todos y cada uno de nosotros, hasta el que se cree más listo, hasta el que conoce los trucos de cerca, es susceptible de ser víctima del marketing, de la convicción más rastrera. Yo vendía tarjetas de crédito, y os lo aseguro, adaptándome a las necesidades de cada cliente y una buena dicción (en alemán, así que fíjate tú si será fácil convencer que hasta yo siendo extranjera me ganaba a mis clientes), les hacía firmar sin ellos apenas darse cuenta. Practicaba el deporte de la pesca: Echaba el anzuelo, hablaba bonito, seducía con palabras, sonrisas y miradas, hasta que les atraía a la mesa a echar una firmita. A los meses dejé el trabajo por sentirme algo incómoda con mis principios y valores, a pesar de vender un buen producto y con la verdad por delante, no me sentía bien incitando a la gente a firmar algo que no necesitaban o que realmente no querían a cambio de obtener mi comisión correspondiente, pero aprendí tanto en esa posición de poder que jamás me arrepentiré de haberlo hecho.
Que no te manipulen
"Un producto Bio no siempre es natural, un producto bajo en grasa o "light" no siempre es ligero, y no todos los productos sin azúcar tienen pocas calorías".
Dejar a las empresas en bragas y hacer este conocimiento público nos ha llevado casi dos décadas, pero ahora esta información está al alcance de todos (gracias Internet), y creo que es importante seguir pasando la bola para que nadie siga creyendo en esos mitos de los 90. Una vez hecho público todo el engaño, las grandes empresas actuaron. ¿Os acordáis de los Bio de Danone o de los BioCentury? Tuvieron que cambiar sus nombres a Activia y BiCentury por estar vendiéndose como algo que no son: productos naturales. McDonald's utilizaba carnes de bajísima calidad (granjas en estados lamentables), verduras transgénicas, además de utilizar derivados del amoníaco para tratar la carne, por ello, por los ataques a esta multinacional y por el la publicación de estas prácticas limpiaron su imagen por completo cargándose el color rojo y al payaso y sustituyéndolo por el color verde saludable, las promesas de calidad y las hamburguesas veganas y "bio". Coca-Cola sacó su nueva Coca-Cola life, con su color verde saludable y su extracto de stevia (extracto, que no stevia, eso sería demasiado poco rentable para la empresa). Como todos sabemos, las multinacionales son tan multimillonarias que no son vencibles por el pueblo, pero sí pueden cambiar y mejorar sus productos ante nuestras demandas, aunque nunca se acercarán a nada "natural" porque no les saldría rentable. Lo natural es caro, eso es así.
Aprende a leer las etiquetas
Por esto mismo, porque son invencibles y pueden permitirse pagar todo tipo de ataques y denuncias (esto último lo viví concretamente cuando trabajé en Zara), porque tienen el poder suficiente para controlar a la prensa y contrarrestar la información publicada en Internet, no nos queda otra opción que aprender a leer etiquetas, aprender a tener un juicio crítico sobre lo que estamos consumiendo, sean champús, suavizantes, ropa, comida rápida o de supermercado.
Busca en Google el significado de todo aquello que desconozcas, apuesta por los productos que muestran etiquetas cortas y claras, que no tengan números indescifrables, por aquellas que te muestran los porcentajes de cada ingrediente. Y ante la duda: las etiquetas que no muestran el porcentaje suelen poner los ingredientes por orden de mayor cantidad a menor, así que aquellas que empiecen por "azúcar", ya sabes el ingrediente que consumirás en mayor cantidad.
Desconfía de lo que pone en el producto por delante y en letra grande, ve a la letra pequeña. Descubrirás en un alto porcentaje que el contenido difiere de lo prometido. No te fíes de los productos bajos en grasa: Algo bajo en grasa es insípido y por consiguiente suele estar lleno de potenciadores del sabor, edulcorantes, azúcar y sal para hacerlo más atractivo al paladar.
Compra siempre que puedas en establecimientos pequeños de ropa o supermercados de barrio. La ropa será de mejor calidad y durará más tiempo, la comida tendrá un origen más natural y en el sabor notarás la diferencia.
¿Te sonaba ya algo de todo esto? Este tema es largo y tendido...
¡¡ Feliz fin de semana !!
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