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sábado, 24 de mayo de 2014

Las creencias irracionales de Albert Ellis

¡Buenas tardes a todos! Espero que estéis pasando un fin de semana tan entretenido como el mío...

Inmersa en libros de terapia cognitivo-conductual desde hace un par de meses y a una semana de tener exámenes, he encontrado un tema muy interesante que hacía tiempo que no revisaba y que me apetece compartir con vosotros. A priori es probable que os genere algo de rechazo el tema "terapias", por tratarse quizás de un tema demasiado técnico y poco sencillo de entender para aquellos que no dominen la disciplina. Sin embargo voy a intentar presentarlo o mejor dicho introducirlo, de tal forma que no sólo te parezca un texto sencillo, sino muy aplicable a tu vida diaria, tengas conocimientos de psicología o no.

Albert Ellis, uno de los más influyentes psicólogos norteamericanos del siglo XX, ha dejado en la historía de la psicología un legado revolucionario todavía vigente a día de hoy, el procedimiento terapéutico pionero en terapias cognitivas que denominó en 1953 terapia racional y que modificó en 1993 pasándose a llamar terapia racional emotivo-conductual (TREC), incluyendo su famoso modelo ABC.

¿Qué es el modelo ABC?

Imagínate un día cualquiera paseando por la calle. Estás en las escaleras mecánicas del metro y alguien que pasa deprisa a tu lado te da un empujón. Este empujón supone el estímulo activador (A) del modelo ABC, un estímulo que proviene del entorno, que sucede externo a tu organismo. Tú, que eres una persona con una historia genética y ambiental determinada así como con una personalidad concreta, tienes unos esquemas en tu mente que Ellis llama creencias. Tus esquemas o creencias personales, forman una estructura relativamente estable y arraigada, y son distintos de los que tienen otros individuos. Han ido formándose a lo largo de tu vida en función de tu perfil genético o hereditario así como a través de tu experiencia personal. Es tu manera personal de interpretar la realidad, tu estilo de pensamiento, tu conocimiento sobre el mundo, lo que en psicología llamamos cogniciones (B). Digamos que a partir del estímulo A (empujón) se produce un centrifugado en tu mente en el que tu conocimiento, tu experiencia y tus creencias, colaboran para dar significado a ese estímulo, un significado que generará en consecuencia ciertas emociones, que te conducirán a emitir una respuesta determinada, manifestada a través de la conducta (C)¿Hasta aquí todo bien?


martes, 20 de mayo de 2014

Uno entre siete mil millones

Colarte en la cola del supermercado, engañar en la declaración de la renta, saltarte el semáforo en rojo, entrar el primero a base de abrirte paso a codazos entre la multitud, considerar importantes solo los problemas propios.

¿Quién recibe el trozo más grande del pastel? Por supuesto, yo.

Vivimos en nuestro pequeño gran mundo individual, en el que nosotros somos el epicentro. En esta microrrealidad personal, a diario nos enerva el panadero que tarda en envolvernos el pan, los cinco minutos de retraso que lleva el autobús nos eleva la tensión a doscientos, tragamos saliva y chasqueamos con la lengua cuando alguien no se aparta a nuestro paso por la calle, y no te cuento el color rojo tomate que inunda nuestra cara cuando el tapicero se equivoca trayendo el sofá de un tono distinto del que le habíamos pedido. Nuestro mayor problema es si la batería del iPhone durará todo el día o si el cinturón marrón pega con los zapatos grises. Subimos una foto a Facebook o a Instagram esperando despertar reacciones, creyendo ser el protagonista de la jornada de cada espectador, engordando la suma de "me gusta" nuestro ego. El deseo de aceptación o atención social está reconocido como uno de los más potentes reforzadores de conductas inadaptadas, problemáticas o incluso patológicas. Algunos encuentran en este tipo de actividades su mayor y más potente fuente de motivación diaria, el indicador que mide su nivel de autoestima. Amigos lectores, vivimos en la era de la ego-obesidad.