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miércoles, 21 de octubre de 2015

Hablando de ESQUIZOFRENIA (I Parte): Prejuicios

Como algunos sabéis, hace ya dos meses que comencé a trabajar en la unidad de psiquiatría de un hospital universitario de Múnich. En nuestra unidad tenemos un abanico amplio de enfermedades y trastornos pero la inmensa mayoría, exceptuando algún que otro trastorno de personalidad o problema de adicción, se encuadran dentro de los trastornos afectivos (depresión, trastorno bipolar, manía) y de la esquizofrenia.

De los trastornos afectivos hemos hablado ya en muchísimos artículos del blog. No solo podréis leer sobre ellos aquí, pues las redes sociales y en general internet está repleta de información sobre depresión, manía o trastorno bipolar. Es más, sin ir más lejos os diré con baja probabilidad de equivocarme, que en vuestro entorno próximo podríais nombrar al menos a una persona que sufra o haya sufrido un episodio de estos que acabo de nombrar.

Pero la esquizofrenia es otro tema. La esquizofrenia es una enfermedad rodeada de una centena de prejuicios y clichés de los que es difícil desprenderse a no ser que se tome contacto directo con el asunto. Las películas, el terrible pasado de la psiquiatría, con sus manicomios y el maltrato a los enfermos mentales, han hecho mucho daño a la idea actual que el mundo tiene de este campo. Una unidad psiquiátrica no es un lugar donde la gente grita, golpea su cabeza contra la pared y los episodios de violencia forman parte del día a día. No.

Luchando contra los prejuicios

Recuerdo los meses antes de empezar a trabajar. Yo misma estaba muerta de miedo, con la incertidumbre de saber si sería lo suficientemente fuerte emocionalmente para poder llevar a cabo un trabajo así. Tengo bastante experiencia en trastornos afectivos, pero jamás había tratado con nadie que tuviera esquizofrenia. Mi experiencia en esta área se reduce a un libro de psicopatología, y las reacciones de mis amigos, familiares y conocidos no ayudaban. "¿Qué miedo, no?", "Va a ser muy duro, tienes que prepararte psicológicamente", "Tiene que ser durísimo", "Pero estarás siempre acompañada, ¿no?", "trabajar con locos, puff, yo no podría", son algunos de los comentarios que escuché de mi entorno más cercano.

Nada más lejos de la realidad, increíblemente. El primer día de trabajo observaba a los pacientes con respeto, con distancia, pues los prejuicios aún resonaban en mi cabeza: "una persona con esquizofrenia es violenta", "es impredecible", "es incoherente", "es peligrosa".

Tengo que decir que la experiencia me está sorprendiendo positivamente, pues sí es cierto que hay personas que se ríen y hablan solas, se planifican sesiones de electroshock los martes y los viernes como en las pelis, hay pacientes que oyen voces y otros que no son capaces de levantarse de la cama en todo el día, pero no responden meramente al concepto de "locos" como mucha gente lamentablemente piensa, y esto puede sonar estúpidamente obvio, pero sé que con este artículo voy a desmontar la imagen que muchos de vosotros tenéis. Digamos que este trabajo está siendo a su vez una lección de vida que quiero compartir con vosotros. Voy a comenzar destrozando algunos mitos y explicando un poquito de esta enfermedad, tan misteriosa como fascinante, de manera puramente introductoria: