domingo, 2 de febrero de 2014

No tengas miedo del miedo.

Esperar a que las cosas sucedan es como no salir de la cama y contemplar el día pasando hasta su fin. Yo decidí hace tiempo que debía tener algo siempre claro: Si quiero algo, tengo primero que reconocerlo, expresar que lo quiero, luego buscar la vía, planificar la actuación y luego ir a por ello. Y no siempre en ese orden. Todo aquello que quería iba a perseguirlo además con perseverancia. Y mi experiencia ha ido confirmándome eso que siempre escuché, sospeché pero nunca creí: que el que lo sigue lo consigue.
Pero no basta con seguirlo y quedarte observando. HAY QUE ACTUAR. Introducirte en tu meta, hacerla tuya antes de que realmente lo sea.
No sé si me entendéis. Para conseguir algo primero hay que verse en/con ello. Dar por hecho que eso va a ser así, porque tú así lo quieres.

Hasta ahora mal del todo no me ha ido, estoy donde quería estar, y acepto la responsabilidad de que mi vida esté tal y como yo la he construido.

Caminar tomando la vida con humor es esencial y más aún ejercer una virtud que pocos cultivan y que es fundamental para la aceptación y en definitiva para ser feliz, la flexibilidad, al fin y al cabo, los fracasos se inventaron para aprender y como dice siempre mi amor, todo tiene solución menos la muerte.

Somos personas activas, nacemos con un cerebro, extremidades, boca y voz. Tenemos las herramientas adecuadas para pensar, actuar y comunicar. ¿Quieres algo? Reconócelo y comunícalo. No hace falta que sea verbalmente, puedes permitirte ser sutil, pero es conveniente que el mundo sepa lo que quieres. Nadie puede adivinar tus deseos. Actúa. Y hagas lo que hagas no dejes de caminar, avanza, nunca te quedes parado. Mejor no esperes nada de nada ni de nadie, sin expectativas siempre serás sorprendido para bien. Los NOes puede ser SÍes, si te lanzas a tu meta, al hueso, sin anestesia.
Antes de terminar sonando a artículo de frases psicológicas motivadoras baratas vamos a plantear el tema de otra forma.


Los límites no existen. Te los inventas y pones tú, o mejor dicho, algo superior que te domina todavía más que tu smartphone, tu MIEDO.

El miedo, la pandemia de los tiempos presentes. Vivimos con miedo de todos y de todo, lo que se manifiesta en las crecientes y diversas fobias que ha desarrollado un desorbitado número de personas. El miedo, esa emoción traicionera que adelanta acontecimientos que no han ocurrido, que juega con tu imaginación y que te muestra siempre lo peor que podría suceder.

Ya que hoy estoy dispuesta a mojarme y a hablar en primera persona, os contaré que he sido y debo confesar que en ocasiones todavía soy tremendamente sumisa en cuanto a esta emoción se refiere. Tengo tendencia a retrasar una tarea todo lo posible cuando el miedo me convence de que será una situación desagradable, como una conversación comprometida con mi jefe, comunicar algo que sé que sentará mal o hacer algo que podría hacerme sentir incómoda.
Puedo pasar semanas centrifugando el tema en mi cabeza: cómo lo haré, como reaccionará, qué pasa si reacciona mal, qué responderé yo entonces... 

Pero han sido tantas, tantísimas las ocasiones en las que logrando vencer el miedo me he lanzado y me ha salido bien, que a priori puedo afirmar algo: la situación SIEMPRE será mejor de lo que la imaginación ha propuesto. Y es entonces cuando te quedas con cara de imbécil a la par que satisfecho y piensas: ¿seré imbécil? (Confirmando verbalmente tu cara de ese momento) toda la semana estresándome por ¡esto! Y sí, puede que te sientas imbécil, pero has aprendido la lección para la próxima, por suerte.

¿O no?

El miedo es ese "ya-está-el-listo-que-todo-lo-sabe" que hay en toda clase de colegio. ¿Por qué se jacta constantemente de su falso conocimiento? ¿Por qué adelanta y presenta acontecimientos negativos en tu mente de los que no tiene absoluta certeza? ¿Por qué realiza ese sesgo imparcial e injusto? Sus predicciones son fantasmas.
Pero la pregunta tan absurda como protagonista es: Y tú, ¿Por qué te lo crees?




Pero sí, hay gente que tiene miedo. Gente que tiene miedo del miedo y yo, que tengo miedo de que el miedo le tenga miedo al miedo. Imagínate tú el grado de miedo que tengo, cuando tengo miedo.
Nada más paralizador, perturbador, pesado y molesto. Es algo así como una mosca que vuela dentro de tu cabeza de un lugar a otro sin posarse, mientras te habla (con voz de pito, que es como hablan las moscas) y te repite lo potencialmente catastrófica que es la situación, te chincha comentando las peores posibilidades de desenlace de tu actuación y claro, con ese panorama, ¿cómo te vas a enfrentar a ello? ¿Y qué haces? Lo pospones, o si nos ponemos técnicos, lo procrastinas, que ya hemos definido hace semanas lo que significa.

Van pasando los días, la tarea pendiente sigue ahí en tu mente en modo latente, y la mosca sigue dando por saco, pero tú te has creído lo que te ha contado y la ignoras... el MIEDO te ha vencido. Sin embargo tampoco puedes conseguir hacer tu vida normal, porque la dichosa tarea pendiente ocupa toda tu atención, te distrae, digamos te mantiene en un estado de tensión, de alerta, de carga. Sabes que no te liberarás de esa tensión hasta que la resuelvas, pero te supone tanto sufrimiento atravesar la situación desagradable que prefieres evitarla, porque, es que como la mosca te ha contado que va a ser tan horrible, tan dramático y tan negativo...

¿Entonces qué pasa? De todos los estados de ánimo que atraviesa tu mente te invade de repente un estado efímero de lucidez activador de la energía que llena tus pulmones y procede a un pensamiento de héroe valiente: "Venga, ¡ahora o nunca!" Y te lanzas. Sin pensar claro, porque si te paras a pensar te arriesgas a arrepentirte. Cuando ya te has lanzado, en el aire, piensas: "mierda, ahora sí que ya no hay marcha atrás". Es como cuando te tomas ese último tequila de la noche y te preguntas mientras tragas: ¿por qué?

¿Y qué ocurre?? NADA.

Improvisas como un actor que ha olvidado su papel, pues te encuentras en mitad del proceso, en el punto de no retorno. Todas las historias que te ha contado la mosca mental se vuelven leyendas. Ocurre algo lógico, racional, positivo y bastante mesurado, que destroza tus expectativas. Y te sientes liberado, sí, pero muy, muy estúpido, (vuelvo a lo mismo, a la cara de imbécil) porque llevas algo más de una semana malgastando tiempo y energía en pensamientos destructivos, porque te podías haber ahorrado noches sin dormir y porque la situación no era merecedora del estrés al que te has sometido, podrías de hecho haber reservado ese ataque gratuito a tu salud para otra situación relevante y que sí fuera realmente catastrófica.

La próxima vez que el miedo domine mi mente he aprendido una lección:

A mi mente solo la controlo yo. 

Plantarle cara equilibrando su extremo negativo, desplazando los pensamientos del polo catastrofista al centro realista del continuo, elaborando una lista con lo mejor y lo peor que podría suceder y adjudicando un 50% de posibilidades a ambas. Al fin y al cabo, ante una situación de incertidumbre, ya que nos ponemos a adelantar acontecimientos, adelantamos los negativos...


...pero también los positivos.



Vosotros, ¿tenéis miedo de algo? ¿os habéis encontrado alguna vez en situaciones parecidas? ¿o tenéis alguna fobia?



¡Hasta muy pronto!

4 comentarios:

  1. a mi me da miedo hablar en publico, desde pequeño y hasta hoy

    ResponderEliminar
  2. Clavado-clavado. Felicidades. Magnífica entrada, saludos.

    ResponderEliminar
  3. me fue a-doc con este,excelente Rocío, gracias por levantarme el ánomo querida.

    ResponderEliminar
  4. muy interesante la simbologia de la mosca y muy cierta

    ResponderEliminar

¿QUÉ TE HA PARECIDO EL ARTÍCULO?
Te invito a compartir aquí tu opinión, sugerencia, impresión o a empezar un debate sobre el tema que acabas de leer...