jueves, 28 de septiembre de 2017

¿Cómo reconocer a un MANÍACO o BIPOLAR?

En esta vida todos sabemos reconocer a una persona con depresión (trastorno del estado de ánimo depresivo, para los exigentes).
Preguntamos por la calle a personas que poco saben de teoría psicológica y nos encontramos con muchísimos puntos derivados del "sentido común": tristeza, falta de apetito, aislamiento social, etc. (puntos la mayoría definidos con otras palabras, claro).

Sin embargo, y a pesar de sonarnos o haber escuchado este concepto en múltiples ocasiones, poco es el conocimiento general acerca de la manía. ¿Sabes en qué consiste exactamente? ¿Alguna vez habrás conocido a alguien en esta fase y tú sin saberlo?



Desde que empecé a trabajar hace dos años en psiquiatría he tenido la oportunidad de conocer a muchísimas personas en fase maníaca. Personas de todas las edades, desde adolescentes hasta señoras de 80 años. Y si os imagináis que el trato con una persona con depresión puede ser complejo, os voy a ilustrar brevemente lo que conlleva el trato con una persona en fase maníaca, para daros a conocer este fenómeno y para que la próxima vez que os encontréis con una, podáis reconocerlo enseguida.

Hoy voy a ir más allá y os voy a contar una pequeña anécdota personal. Hace cinco años exactamente, me mudé aquí en Múnich a un piso compartido con dos chicos alemanes muy agradables. Al poco de mudarme, uno de ellos, al que llamaré Dirk (mis más allegados que me estéis leyendo sabéis perfectamente su verdadero nombre), me confesó que tenía depresión, y que estaba siendo tratado en, qué curioso, el hospital en el que yo he acabo trabajando años después (Múnich es como un pueblo grande).

Nada parecía interrumpir nuestra convivencia. A pesar de tener días complicados, nos llevábamos bien y cometí uno de esos errores de principiante: "como estoy estudiando psicología, ¡igual puedo ayudarle!". Y comencé a invitar a Dirk con mis amigos, hacía planes con él, escuchaba sus preocupaciones, etc. Según él le ayudé mucho, pero la convivencia a lo largo de los dos años que estuve allí empezó a ser más y más complicada. El otro compañero se fue del piso y la tercera habitación se iba alquilando alternadamente a otros inquilinos. Había épocas en las que decidía dejar de tomar la medicación, se encerraba y no salía de su cuarto, su dieta se reducía a pizza y pasta, se metía barras de pan con Nutella y se dedicaba a comer sin control. Cuando le conocí tenía obesidad, pero a lo largo de los años engordó más, si es que eso podía ser posible. Durante estas fases, sus amigos me llamaban por teléfono preguntando si mi compañero aún estaba vivo, pues no respondía a las llamadas ni contestaba los mensajes. El ambiente en casa era insoportable.

Yo durante la charla jaja
A pesar de haberme insistido varias veces en que su diagnóstico era puramente depresión, había algo que no me encajaba. Entre sus fases de "normalidad" y sus fases de encierro en la habitación había otra fase llamativa. La primera surge una mañana estando yo desayunando tranquila y silenciosa en la cocina, cuando de repente aparece Dirk sudoroso e hiperactivo (no estoy derivando en un relato erótico no os preocupéis), hablando como una cotorra y vestido de sport preparado y dispuesto a ir al gimnasio. Yo le observaba atónita desde mi silla mientras pensaba que si jamás me habría imaginado a Dirk hubiera pisado un gimnasio en su vida, mucho menos me lo habría imaginado dándome una charla de carrerilla como la que me estaba dando, mientras yo escuchaba entre asombrada y asustada.

Además de esta escena, yéndose fugaz tras un portazo como punto final, me encontré ese mismo día al volver del trabajo veinte paquetes de Amazon, ¡¡veinte!!, y una despensa llena de botes de salsa para spaghettis, pero llena a rebosar, los botes decoraban la cocina como luces de Navidad. Yo casi los veía parpadear. La que no parpadeaba era yo, que no daba crédito.

Con esto y un bizcocho -y un montón de platos de spaghetti-, decidí alegrarme de la exagerada mejora de Dirk y le ofrecí acompañarle al gimnasio al día siguiente. Fuimos juntos un par de días, hasta que el sexto, cuál fue mi sorpresa cuando me preparé y al llamar a la puerta de su cuarto, me la encontré cerrada con llave y no contestaba. Vuelta al mundo de la tristeza y el agotamiento crónico, al aislamiento y a los desajustes de sueño. Esta dinámica se convirtió en un ciclo que tuve la ¿suerte? ¿desgracia? de presenciar, repito, durante dos años.

Bien, ahora han pasado cinco y echando la mirada atrás tengo la certeza de que el diagnóstico de mi compañero no estaba completo: Tenía un trastorno del estado de ánimo, sí, pero bipolar.

Signos y síntomas de la manía

Antes de nada voy a aclarar que el trastorno bipolar afecta igual a hombres y a mujeres, generalmente la edad de la primera manifestación suele encontrarse entre los 15 y los 25 años, y se presenta con mayor frecuencia en personas con parientes que también sufran de algún tipo de trastorno del estado del ánimo.

El episodio de manía, si bien voy a dar por hecho que conocéis el de la depresión, se presenta con los siguientes signos y síntomas, que ya habréis podido deducir parcialmente del relato anterior:


  • Un período durante el cual el estado de ánimo es anormal y persistentemente elevado, expansivo o irritable durante al menos una semana.
  • Aumento de la autoestima a nivel poco realista o grandiosidad a nivel delirante (creerse eminencias, personas sumamente poderosas e importantes, etc.)
  • Disminución de la necesidad de dormir (no confundir con cambios de ritmo, literalmente un maníaco puede dormir 4 horas diarias y rendir con un nivel enérgico espectacular).
  • Lenguaje verborreico (¿Os acordáis de la charla sin punto ni coma que me dio Dirk?)
  • Fuga de ideas (salto de un tema a otro, pérdida de la coherencia en la secuencia de frases)
  • Falta de concentración
  • Pérdida de la distancia, desinhibición. Es normal en estas fases tener relaciones sexuales promiscuas y sin protección, tratar a desconocidos como si se conocieran de toda la vida, pérdida de vergüenza, etc.
  • Implicación excesiva en actividades placenteras con un alto potencial para producir consecuencias graves. (Compras compulsivas en el supermercado, por Amazon, deudas, inversiones, relaciones sexuales desinhibidas, juego patológico, etc.)
  • Agitación psicomotora o hiperactividad
Es importante mencionar que para poder determinar una fase maníaca es necesario descartar que sea consecuencia de una enfermedad médica (como por ejemplo un tumor cerebral o esclerosis múltiple), ni consecuencia de drogas psicoactivas o la exposición a un tóxico. 

Algo que también cabe resaltar es que, aparte de los estudios que podamos encontrar, puedo asegurar a ciencia cierta tras dos años en psiquiatría que en un 50-60% de los casos, a las personas con un trastorno de depresión mayor les precede un episodio maníaco que aparece de forma brusca, con un aumento rápido de los síntomas.

Parece mentira que algo que sucede con relativa frecuencia sea todavía la sobra de la depresión. Después de leer este artículo, ¿Crees que alguna vez has conocido a alguien u oído hablar de alguien en esta fase? 






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