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martes, 11 de octubre de 2016

¿Cómo puedes sentirte así?

¿Alguna vez os habéis encontrado frente a alguien triste, infeliz o desdichado y pensado: "Cómo puede ser que una persona como ÉSTA se sienta así"?

De esto quería yo sentarme a escribir hoy. Un problema que con frecuencia me encuentro en psiquiatría, y no sólo allí sino en la vida cotidiana, es el de la frustración de no llegar a entender por qué personas llenas de cualidades, enormemente capaces, con unas condiciones de vida muy por encima de la media y una trayectoria vital objetivamente satisfactoria, pueden llegar a desarrollar síntomas depresivos como tristeza, sentimientos de vacío, desesperanza o ausencia de expectativas de futuro. No sé si me explico. Hay personas con infancias traumáticas, carencias afectivas o abuso de sustancias de las que más o menos puedes deducir de dónde viene su situación actual, y luego están esas personas que aparentemente tienen la vida perfecta, han tenido una infancia percibida como feliz, han sido amadas con locura y no saben siquiera identificar dónde se ha podido originar todo ese infierno que están viviendo. Y es precisamente de ese tipo de personas de las que quiero hablar hoy, aquí. Esas personas a las que ayudas y cuyo problema atiendes, sí, pero nunca entenderás su causa, su por qué.

La respuesta parece sencilla. No puedes entender que esas personas se sientan así, porque tú no eres esas personas. Pero esta dificultad va más allá de la falta de empatía. Lograr la perspectiva del otro en este caso resulta más complicado, pues lejos de nuestro propio punto de vista, esta persona es objetivamente colocable en una escala de motivos y razones por los cuales un ser humano debería sentirse feliz. De alguna manera nace el impulso de despertar a esa persona de su sueño profundo (¿pesadilla tal vez?) para que vuelva a la realidad objetiva de persona satisfecha y feliz que debería ser. - ¿Acaso no te das cuenta de todo lo que tienes? Pero cómo puedes sentirte así, con toda la gente que hay en el mundo que tiene problemas de verdad, que no tiene ni para comer y tú, con la suerte que tienes y bla, bla, bla... Y empiezan los juicios. Y la persona afectada oye letras pero no escucha el mensaje. Se hace consciente la brecha entre el "debería sentir" y lo que estoy sintiendo. La distancia a recorrer para alcanzarlo es larga, y la energía poca. La culpabilidad golpea, y es entonces cuando surge el sentirse incomprendido, que se suma al sentimiento de culpabilidad, y a esa incomprensión le sigue el sufrimiento.

Porque como siempre digo y repito, el mayor sufrimiento de alguien mentalmente débil es la incomprensión de los que le rodean. Y ojo, aquí la diferencia entre comprender y entender existe y es grande.

Es importante conocer el hecho de que la felicidad no va de la mano con el número de lazos afectivos, ni con la calidad de éstos, con la "suerte en la vida", las posibilidades económicas o el éxito personal y profesional, si bien estos factores ayudan indudablemente a conseguir ese estado de satisfacción plena, no la garantizan. Entre ese estado y la persona existiría un tercer factor, intermediario, que sería el procesamiento de todas esas cosas positivas que tenemos en la vida y el cumplimiento de expectativas mentales que tenemos como individuos, de metas. Si nuestra vida está objetivamente llena de motivos y razones para sentirnos felices pero no nos sentimos así, es posible que tengamos que revisar nuestros valores, nuestras prioridades y nuestras expectativas. ¿Son exageradamente altas? ¿Me estoy focalizando demasiado en ciertos ámbitos de mi vida e ignorando otros? ¿Cuáles son mis prioridades? ¿Qué es importante para mí en mi vida? ¿Qué he conseguido hasta ahora?

Centrarse y anclarse en las causas de un problema no lo solucionan (o eso dicen los psicólogos cognitivo-conductuales en nuestra querida Europa), si bien es importante intentar conocerlas para conseguir ese entendimiento del por qué, esa comprensión completa y profunda del problema, de fondo a superficie, de contenido a forma, de marco a interior. Ayudar a las personas en estos casos a que hagan introspección, a que auto-indaguen, plantearles preguntas que quizás ellos mismos no son capaces de autoplantearse, y lograr ese "darse cuenta", como decía Rogers, esa "toma de conciencia", ésta puede ser la manera más adecuada de intervenir cuando nos encontramos un caso de este tipo, dejando fuera juicios y comparaciones con la norma, con el mundo, con el "debería".

Porque todos conocemos o hemos conocido personas así y al leer este texto estamos pensando en alguien, ¿o no?




¡Hasta muy pronto!





"La incomprensión, más que la imposibilidad de comprender, es la imposibilidad de sentir" (José Narosky)


miércoles, 21 de octubre de 2015

Hablando de ESQUIZOFRENIA (I Parte): Prejuicios

Como algunos sabéis, hace ya dos meses que comencé a trabajar en la unidad de psiquiatría de un hospital universitario de Múnich. En nuestra unidad tenemos un abanico amplio de enfermedades y trastornos pero la inmensa mayoría, exceptuando algún que otro trastorno de personalidad o problema de adicción, se encuadran dentro de los trastornos afectivos (depresión, trastorno bipolar, manía) y de la esquizofrenia.

De los trastornos afectivos hemos hablado ya en muchísimos artículos del blog. No solo podréis leer sobre ellos aquí, pues las redes sociales y en general internet está repleta de información sobre depresión, manía o trastorno bipolar. Es más, sin ir más lejos os diré con baja probabilidad de equivocarme, que en vuestro entorno próximo podríais nombrar al menos a una persona que sufra o haya sufrido un episodio de estos que acabo de nombrar.

Pero la esquizofrenia es otro tema. La esquizofrenia es una enfermedad rodeada de una centena de prejuicios y clichés de los que es difícil desprenderse a no ser que se tome contacto directo con el asunto. Las películas, el terrible pasado de la psiquiatría, con sus manicomios y el maltrato a los enfermos mentales, han hecho mucho daño a la idea actual que el mundo tiene de este campo. Una unidad psiquiátrica no es un lugar donde la gente grita, golpea su cabeza contra la pared y los episodios de violencia forman parte del día a día. No.

Luchando contra los prejuicios

Recuerdo los meses antes de empezar a trabajar. Yo misma estaba muerta de miedo, con la incertidumbre de saber si sería lo suficientemente fuerte emocionalmente para poder llevar a cabo un trabajo así. Tengo bastante experiencia en trastornos afectivos, pero jamás había tratado con nadie que tuviera esquizofrenia. Mi experiencia en esta área se reduce a un libro de psicopatología, y las reacciones de mis amigos, familiares y conocidos no ayudaban. "¿Qué miedo, no?", "Va a ser muy duro, tienes que prepararte psicológicamente", "Tiene que ser durísimo", "Pero estarás siempre acompañada, ¿no?", "trabajar con locos, puff, yo no podría", son algunos de los comentarios que escuché de mi entorno más cercano.

Nada más lejos de la realidad, increíblemente. El primer día de trabajo observaba a los pacientes con respeto, con distancia, pues los prejuicios aún resonaban en mi cabeza: "una persona con esquizofrenia es violenta", "es impredecible", "es incoherente", "es peligrosa".

Tengo que decir que la experiencia me está sorprendiendo positivamente, pues sí es cierto que hay personas que se ríen y hablan solas, se planifican sesiones de electroshock los martes y los viernes como en las pelis, hay pacientes que oyen voces y otros que no son capaces de levantarse de la cama en todo el día, pero no responden meramente al concepto de "locos" como mucha gente lamentablemente piensa, y esto puede sonar estúpidamente obvio, pero sé que con este artículo voy a desmontar la imagen que muchos de vosotros tenéis. Digamos que este trabajo está siendo a su vez una lección de vida que quiero compartir con vosotros. Voy a comenzar destrozando algunos mitos y explicando un poquito de esta enfermedad, tan misteriosa como fascinante, de manera puramente introductoria: