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domingo, 3 de julio de 2016

El Psicoanálisis: La corriente infravalorada por los europeos.

Sigmund Freud (1856-1939)
Todos sabemos quién es Freud. Parece una pregunta de Trivial con respuesta universal: "el padre del psicoanálisis". Y lo es. Fue quien a principios del siglo XX impulsó con su obra la corriente psicoanalítica desarrollada y discutida después por tantos autores. Pero qué sabemos en Europa de este genio, de esta obra? Parece que los conocimientos de las nuevas generaciones de psicólogos europeos sobre Freud y su obra se limita al inconsciente, un señor que veía sexo en todas partes, traumas de la infancia, interpretaba los sueños y analizaba a los pacientes tumbados en un diván. Mucha vergüenza. Y si esto es un blog de psicología, creo que ya va siendo hora de dedicarle un espacio (o igual me animo y le atiendo un poquito más) al padre de una de las corrientes más extendidas por todo el planeta.

Si hay algo que aprendí en la universidades europeas (concretamente en España y en Alemania, que es donde he estudiado psicología) es que el psicoanálisis pertenece "al pasado". Es importante, pues forma parte de la historia de la psicología y ha aportado muchas cosas a la psicología de hoy, pero no es actual, está obsoleto. No es objetivable, es difícil de operacionalizar, es largo y bastante complicado de estudiar, seas alumno o científico. Los países del primer mundo tenemos la bonita manía o fea costumbre, de creer que nuestra manera de conocer el entorno en el momento en el que estamos, es incuestionable. Los conductistas creyeron en los 50 radicalmente en que lo no observable no existía, y mucho menos podía ser objeto de estudio. Y haberte atrevido tú en esa época a llevarles la contraria. Ahora está de moda conocer el mundo a través del método científico. Dentro de este marco, la estadística es la que define el mundo por excelencia. La validez, la fiabilidad, son conceptos que sellan nuestras indagaciones con la verdad "absoluta" (porque somos tan dogmáticos que no somos capaces de admitir la relatividad, y si el 70% de un estudio de un grupito de personas que tomó aceite de oliva no desarrolló cáncer, promulgamos alegremente que el aceite de oliva previene el cáncer, y así pasarán los años hasta que otro estudio demuestre lo contrario). Y todo aquello que no encaje en este modelo, no es válido, ni fiable, ni científico, y por lo tanto no tiene nada de verdad.



El psicoanálisis nació de la interpretación, fijate tú lo que tendrá de objetivo. Encajaba con los modelos epistemológicos de entonces y además parecía tener éxito en la práctica. Los pacientes con histeria y trastornos de personalidad se curaban en manos de Freud y sus discípulos y parece que se podía dar una segunda oportunidad a todas aquellas personas "locas" denigradas y marginadas por la sociedad en los famosos manicomios. ¿Por qué iba nadie a cuestionarse su validez? El psicoanálisis era la panacea. Pero los tiempos cambian, el capitalismo mueve el mundo y la ciencia se ha apoderado de nuestro modo de saber. Y de ahí se abrió un determinante debate: El psicoanálisis tiene mucha fuerza, sí, mucha evidencia empírica y décadas de desarrollo y experiencia, pero no encaja en el modelo de la ciencia, es largo, no es rentable, no encaja en el capitalismo. ¿Qué hacemos? Vamos a intentar estudiarlo. Pero los estudios son pocos, no tienen suficiente fuerza. No nos queda otra que darlo por viejo, no sirve, no vale.

lunes, 24 de febrero de 2014

Carnaval, carnaval... Carnaval, te quiero.

Esta semana termina Febrero. Con él, terminan otras cosas. El frío polar (aunque este año no nos podemos quejar) o las escasas horas de luz del día son algunos ejemplos. Por otro lado da la bienvenida al mes de marzo y a su primavera mediante una celebración anual: el carnaval. Yo que he crecido ajena a esta festividad caminaba ignorante el viernes noche por Múnich con mi pareja y me sorprendió mucho ver a dos personas en la entrada de un restaurante, fumando. "¿Pero tú has visto cómo va esa mujer, con el frío que hace?" "Creo que va disfrazada. Y el marido va de chulo..." "¿Hay una fiesta de disfraces o algo así?" "No, me parece que esta semana empieza carnaval". Y es entonces cuando me doy cuenta de que efectivamente, somos los únicos paseantes disfrazados de nosotros mismos.

Sí, es carnaval. Mucha gente lo vive, lo disfruta, lo sufre, lo siente. Y yo lo observo. Me disfrazo con muchísimo gusto, de hecho el día de mi cumpleaños va a coincidir con el domingo antes de carnaval así que me imagino que ambas razones van a ser un cocktail peligrosamente potente de celebración.
Por todo el ambiente festivo que rodea mi rutina esta semana, quiero dedicarle un espacio pequeño y acogedor en el blog a esta fiesta pomposa y poco discreta. Pero desde el punto de vista psicológico claro (en este caso de la psicología social). No vamos a perder el norte.

Múnich no es precisamente una ciudad en la que el carnaval se celebre con especial devoción como pueda ser Colonia, Cádiz, Venecia,Tenerife o Río de Janeiro. Es sin embargo una oportunidad que muchos utilizan a pesar de no vivir en la ciudad idónea, para dar rienda suelta a sus represiones, como diría Freud. Así podemos ver como algunas personas desplegan su enorme sentido del humor y lo comunican a través de disfraces irónicos, graciosos, extrovertidos. Otros aprovechan para llamar la atención eligiendo disfraces exuberantes, extravagantes, muy llamativos. Y otros transmiten su hostilidad a través de disfraces agresivos, impactantes. La gama de personajes y objetos a imitar es extraordinariamente variada. Alguna hay por ahí que también aprovecha la ocasión para expresar sus represiones más íntimas en forma de destape.

En carnaval, todo vale.