El Blog de psicología sencilla para gente compleja.
Una selección de los temas más interesantes y actuales de la psicología científica, con una redacción amena y didáctica para todos los públicos.
Colarte en la cola del supermercado, engañar en la declaración de la renta, saltarte el semáforo en rojo, entrar el primero a base de abrirte paso a codazos entre la multitud, considerar importantes solo los problemas propios.
¿Quién recibe el trozo más grande del pastel? Por supuesto, yo.
Vivimos en nuestro pequeño gran mundo individual, en el que nosotros somos el epicentro. En esta microrrealidad personal, a diario nos enerva el panadero que tarda en envolvernos el pan, los cinco minutos de retraso que lleva el autobús nos eleva la tensión a doscientos, tragamos saliva y chasqueamos con la lengua cuando alguien no se aparta a nuestro paso por la calle, y no te cuento el color rojo tomate que inunda nuestra cara cuando el tapicero se equivoca trayendo el sofá de un tono distinto del que le habíamos pedido. Nuestro mayor problema es si la batería del iPhone durará todo el día o si el cinturón marrón pega con los zapatos grises. Subimos una foto a Facebook o a Instagram esperando despertar reacciones, creyendo ser el protagonista de la jornada de cada espectador, engordando la suma de "me gusta" nuestro ego. El deseo de aceptación o atención social está reconocido como uno de los más potentes reforzadores de conductas inadaptadas, problemáticas o incluso patológicas. Algunos encuentran en este tipo de actividades su mayor y más potente fuente de motivación diaria, el indicador que mide su nivel de autoestima. Amigos lectores, vivimos en la era de la ego-obesidad.
¡¡Buenos días de viernes a todos!! Disculpad el retraso pero estoy sin internet en casa y escribir desde el móvil no es ni cómodo ni práctico. Tengo de hecho ya varios temas pendientes de publicar.
Así que me gustaría ir terminando el mes de abril con un cambio en el foco de atención al espacio interno de éste, mi blog. Voy a poner tu prueba tu atención. El blog lleva activo un año y unos meses. Es probable que lo hayas leido en numerosas ocasiones, quizás sea esta la primera vez. ¿Te has parado a prestar alguna vez atención a su título? Muchos habéis asumido el nombre sin preguntaros de dónde viene. Unos pocos ya lo conocíais. Pero sois muchos los que me habéis preguntado el origen del nombre - "Oye y eso de El mono de Harlow, ¿a qué viene?". Así a primeras y en ausencia de conocimiento sobre psicología general, puede parecer hasta que no esté relacionado con la temática y la finalidad del blog, y que a mí me haya dado un volunto bautizándolo así, igual que le podría haber llamado "El perro del Fary" o "Maricarmen y sus muñecos". Es por esto que me he decidido a publicar una breve historia sobre los experimentos de la familia Harlow, y entendáis así por fin el significado del título de esta página.
Experimentos sobre apego materno y privación sensorial
Harry Harlow se dedicó en Estados Unidos durante los años 70 a estudiar el apego materno, la depresión, la privación sensorial y la falta de socialización, entre otros, empleando para sus experimentos ejemplares de una raza de macacos, los macacos rhesus.
La palabra apego puede resultaros familiar, y consiste en la vinculación existente entre dos personas producto de la interacción social y afectiva entre ambas. Al nacer un mamífero -algunas aves también-, existe un período de tiempo, una fase crítica, llamada impronta, en el que decidimos quién será nuestra figura de apego en función de las relaciones que hayamos establecido en esos primeros días de vida. En general, esta figura de apego suele ser la madre biológica, pues es quien satisface las necesidades básicas y de quien se suele depender en mayor medida, pero hay casos en los que esto no es así. De niña por ejemplo crié un pollito un verano que se decidió por mí como figura de apego, y me vi con el pollito detrás todo el santo verano persiguiéndome allá donde iba hasta que se hizo mayor.
Este apasionado investigador realizó entonces algunos experimentos en su laboratorio, hoy bastante controvertidos, pues el trato que dio a los animales deja mucho que desear. Sin embargo y como bien sabemos, en aquella época no eran tenidos en cuenta los derechos del animal y se justificaba su empleo en experimentos como único medio para avanzar en ciencia, como de hecho así fue. Proporcionó un enorme avance en el campo del apego, pues demostró su importancia en el desarrollo social, afectivo y cognitivo del individuo.
Esto continuó privando a crías recién nacidas del contacto con sus madres biológicas y a crear y disponer madres sustitutas, una de alambre que ofrecía alimento y otra de felpa que carecía de comida, con un aspecto físico similar al de una mona adulta. El descubrimiento fue que las crías, ante una situación de estrés (inseguridad o peligro), mostraban clara preferencia por la madre de felpa, a pesar de no proporcionar ésta alimento. Así quedó evidencia de que el vínculo madre-hijo iba más allá de la búsqueda de satisfacer las necesidades biológicas básicas (alimento en este caso) y existía una necesidad de contacto social para un correcto desarrollo psicológico.
La madre de felpa proporcionaba a las crías sensación de protección y seguridad, y en presencia de ésta exploraban el medio y acudían cada poco tiempo a ella para comprobar que siguiera presente. Al separar Harlow a las crías de sus madres de felpa una vez establecido el vínculo, experimentaban emociones como miedo o ansiedad: lloraban, gritaban, se chupaban el dedo y buscaban desesperadamente objetos suaves como su madre.
Otro grupo experimental que me dejó boquiabierta es el grupo de aislamiento en las jaulas llamadas "el abismo de la desesperación", en el que Harlow recluía a crías y las aislaba desde el nacimiento sin mantener contacto alguno con ningún tipo de figura. Estas crías, treinta días después, presentaban cierta catatonia, permaneciendo en un rincón de las jaulas. Al juntarlos con el grupo control, no ejecutaban conductas de socialización, no exploraban, no mostraban interés por el sexo opuesto y eran agredidos por sus compañeros. Ante situaciones de estrés, estas crías reaccionaban de forma patológica, huyendo, gritando y realizando movimientos repetitivos de balanceo.
Más allá de estos experimentos (como véis, Harry Harlow no se andó con chiquitas) inventó el llamado potro de violaciones en el que ataba a las hembras aisladas en posición de lordosis, de manera que a los machos les fuera más fácil fecundarlas. Tras las múltiples violaciones (las pobres monas si no tenían suficiente con su vida de sufrimiento, esto tuvo que ser pura tortura) estas hembras quedaron embarazadas y meses después fueron observadas sus conductas hacia las crías, mostrando un comportamiento negativo (de rechazo) y negligente hacia éstas.
El mismo experimentador señaló:
“Jamás, ni en nuestros sueños más retorcidos, pensamos que seríamos capaces de designar sustitutos que fueran tan crueles con sus crías como las auténticas madres. La ausencia de experiencias sociales hace que no sean capaces de interactuar socialmente con sus crías. Una de las madres aplastó la cara de su cría contra el suelo y comenzó a comerle los pies y los dedos. Otra machacó la cabeza de la cría. El resto, simplemente las ignoró”.
Aquí os dejo un documento videográfico que emitió TVE hace ya muchos años:
Y otros vídeos:
Por si estos estudios os parecían poco éticos, aquí os dejo otro experimento de la época relacionado, no realizado por la familia Harlow sino por René A., y que estudia la privación emocional, utilizando en este caso NIÑOS REALES en lugar de macacos:
Pues eso, ya conocéis el dicho aquél que dice: "Aunque la mona se vista de seda... a Harlow se la pela"...
Uno de los valores que nos enseñan las diferentes religiones desde que somos pequeños es el de la compasión.
La compasión es la actitud espiritual propia y uno de los núcleos esenciales del budismo, es la llamada misericordia por la religión judeo-cristiana y un valor fundamental del islamismo, entre otros.
Cuando hablamos de compasión no podemos dejar de pensar en empatía, en ayudar al prójimo, en sentir pena o lástima. No podemos dejar de asociarla a sufrimiento, a pobreza, a desigualdad, a injusticia. Todos perseguimos experimentarla y muy pocos desean que la sientan por ellos.
Pero hoy voy más allá.
Compadecer a otros o ser compadecido no se limita a sentir pena por el prójimo, a entender cómo se siente, a querer ayudar al otro. Estas son vagas definiciones que merecen ser profundizadas, sobretodo si estamos implementando este concepto en una rama de la psicología contemporánea tan importante y con tanto potencial como es la psicología positiva.
Qué es la compasión
No creo que la palabra compasión sea para nadie una palabra desconocida. Sin embargo, sí creo que el significado de esta palabra es desconocido para muchos, o por lo menos confuso. Para empezar a entender qué es, la compasión puede ser definida como una emoción, y pertenece al grupo de emociones positivas.
Una persona puede entrenar y practicar la experiencia de esta emoción a lo largo del tiempo y convertirse así en compasiva.
Una persona compasiva experimenta la compasión como un sentimiento (una emoción que permanece en el tiempo) que incluye empatía, es decir, el entendimiento del estado emocional del otro,pero es más intenso que ésta, y se manifiesta a partir del sufrimiento de otra persona, dirigiendo la motivación del ser compasivo a realizar acciones y conductas que alivien ese sufrimiento.
Además, existe una estrecha correlación entre felicidad y compasión. No existe gente egoísta feliz. Si piensas en personas que conozcas que sean verdaderamente felices, podrás observar que entre sus características están el altruismo y la generosidad.
Entonces, ¿la compasión se traduce en ser generoso y altruista? No exactamente. Éstas son características de la compasión, pero no son sinónimos, pues existen personas generosas o altruistas y no por ello han de ser compasivos. Igual que compasión incluye empatía pero no es sinónimo de ésta.
El arte de ser compasivo
La compasión nos es enseñada a nivel teórico desde la ética y las diferentes religiones pero desde un modelo de conducta social, pues el entorno nos muestra modelos a copiar muy lejanos a la compasión. Y el ser humano aprende en gran medida por observación, también llamado aprendizaje vicario. Nos son transmitidos otros valores muy diferentes, el mundo social en el que nos desenvolvemos es entre otras cosas frívolo, individualista, materialista, y promueve el egocentrismo.
Cuando caminamos por la calle y descubrimos un parque con flores, observamos a las diferentes personas que caminan, vemos un pájaro que se posa en una rama, tendemos a mirar todo ello cegados por el hedonismo que inunda nuestro mundo social y emitimos un juicio acorde a ello. Solemos clasificar lo que percibimos a nuestro alrededor con un "me gusta" (en plan Facebook) o un "no me gusta" (el otro botón que se lleva ya tiempo pidiendo. Zuckerberg... ahí lo llevas).
Adaptamos el medio a nuestras necesidades. En pocas ocasiones nos paramos a pensar y percibimos de lo observado aquellas necesidades que necesitan ser satisfechas.
A qué me estoy refiriendo, te cuento.
Imagina uno de esos días en los que esperas en la cola del supermercado. La cajera no sólo es desagradable a la vista, con esas mechas mal dadas, ese maquillaje exagerado y ese modo ordinario de mascar chicle con la boca abierta, sino que derrocha antipatía con cada cliente que pasa. Sus miradas, sus gestos y su conducta empujan a nuestra mente a emitir un juicio inmediato y sin retorno: "no me gusta", y clasificamos a la cajera en este cuadrante. Es más que probable que la mayoría de las personas que toman contacto con ella ni le miren con el fin de evitar un momento no agradable, o que lo hagan con indiferencia, incluso de forma poco amigable, reflejando el desagrado que perciben y siendo coherentes con el (pre)juicio emitido. ¿Qué ocurriría si al pasar por caja le dedicáramos a esta persona la mejor de nuestras sonrisas? Haz la prueba. Pocas personas reaccionan mal a un gesto amable, a una sonrisa, a un "que tengas un buen día". Es bastante probable que esa mujer que trabaja con cara de bulldog francés sea de las personas que más necesiten ese día un feedback positivo. Has podido percibir e identificar su necesidad, luego has practicado la compasión.
Sé la acción en tu medio, no la reacción a él.
Otro ejemplo. Todos conocemos a la mítica persona con dificultades de interacción social. Aquellos percibidos como "raros", esos que por más que ponen de su parte no consiguen integrarse en un grupo de amigos, de colegas de trabajo o de compañeros de piso. De nuevo pulsamos automáticamente el botón de "no me gusta", pues la mera presencia de estas personas y sus comentarios inapropiados generan momentos incómodos, desagradables, lo que desencadena una situación o reacción de rechazo. El hedonismo nos ha cegado de nuevo. Esa persona "rara" no encaja con nuestro estándar de normalidad social, luego lo expulsamos de nuestro entorno casi inconscientemente. Se deja de llamar a esa persona, se mira mal, se contesta de manera antipática o arrogante, se desprecia.
Pero reflexiona un segundo las consecuencias. La inmensa mayoría de las veces lo que ocurre es esto: Si una persona tiene una actitud o conducta inapropiada y no encaja en los diferentes círculos sociales, genera rechazo. Este rechazo es percibido por la persona, que busca desesperadamente abolirlo y tener la oportunidad de ser aceptado por el círculo social, y no dudará en desplegar sus recursos para intentar por otra vía lograr su objetivo. Por algún motivo que creo ya te imaginas, una persona con un bajo dominio de las habilidades sociales buscará de nuevo alternativas inapropiadas que le harán parecer todavía más "raro" y que posiblemente provoque la recepción de más y más rechazo, entrando en una espiral de rechazo de la que por desgracia es demasiado complicado salir (como de cualquier espiral).
Esta espiral suele desencadenar en trastornos afectivos, en fobias, puede dar lugar a una introversión del individuo, a autojuicios negativos, baja autoestima, autoconcepto poco realista, a la evitación o huida de situaciones sociales por miedo al rechazo, etc.
La mayoría de las personas con dificultades en las relaciones sociales, son personas con una mayor necesidad de aceptación y de afecto. Quien practica la compasión, sabrá identificar esas necesidades y estará dispuesto a satisfacerlas con una actitud abierta, tolerante, de aceptación y reconocimiento, con elogios, con acercamiento. El individuo con dificultad se sentirá por tanto aceptado y cómodo en ese ambiente social, podrá ser así él mismo y podrá sacar lo mejor de él sin temor a ser rechazado. Haz de nuevo la prueba y sé compasivo con aquellos que tienen menos habilidades. Habrás cortado la pescadilla que se muerde la cola, y ahora esa pescadilla podrá nadar libremente en el océano.
Como ves, la compasión no es solo practicable en el tercer mundo sino que puede ser puesta en práctica en las diversas situaciones de la vida cotidiana. De nada sirve que vayas a un pueblo perdido de la India a ayudar a quienes más lo necesitan, si no ayudas a quienes te rodean en tu vida diaria y necesitan de tí.
Es posible que a través de los ejemplos hayas sido capaz de elaborar inductivamente el complejo concepto de compasión y de haberlo digerido, incluyéndolo en tu colección mental de emociones positivas, junto a la gratitud y al optimismo.
Y este era mi objetivo de hoy...
Así que te dejo, que tengas un buen día, me quedo satisfecha de haber practicado la compasión contigo enseñándote un concepto necesario e imprescindible para experimentar felicidad, que es una de las necesidades vitales básicas de todo ser humano, y cuya ausencia genera más sufrimiento.
¡Hasta muy pronto!
"Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite" (Robert Louis Stevenson)
Si te interesa saber más sobre compasión, te recomiendo esta conferecia de TED:
El sábado volví de Tailandia y tras volver a la rutina y en general a la realidad, todavía estoy en proceso de recuperación. El clima alemán me ha recibido con frío y lluvia, tan simpático él, y mi cuerpo viniendo del paraíso, tan bien acostumbradito al clima tropical, a mucho movimiento y alimentación sana, ha lanzado una protesta y me ha castigado con un leve resfriado.
Ay... esos días después de volver de vacaciones... ¿Qué duros, verdad? Viendo fotos, videos, acordándote de todos los momentos... Ha sido una experiencia increíble. Inolvidable. Una aventura. Aterricé y me puse en modo radar a absorber con todos los sentidos lo que me rodeaba. Y así hasta el último día. Bangkok, Chiang Mai (el norte), Krabi, Raylay, Koh Lanta, Koh Phi Phi y de nuevo Bangkok ha sido nuestra ruta.
Leí que era posible hacer un monk-chat (tener una charla con los monjes, lo hacen posible para practicar su inglés, ¿qué os parece?) así que puse todo de mi parte para charlar con uno, me recorrí todos los templos de Chiang Mai e incluso meditamos en uno de ellos (mi novio se echó la siesta, que es el modo de meditación español). Le pregunté a varios monjes, pero ninguno hablaba inglés. Pillé a uno infraganti lavando su porsche, tan humilde y discreto.
Yo, después de haberme documentado bastante, me moría por preguntarles en vivo y en directo por su modo de vida, por la práctica en el día a día de mindfulness, por su rutina, ¿os imagináis lo guay que hubiera sido llegar en plan pro y publicar mi entrevista con un monje tailandés? Pues no.
Al final le pregunté a un turista que pasaba por allí, que resultó ser vasco, y me informó de dos cosas que me dejaron bastante desconcertada porque además las he podido contrastar y son ciertas: una, que las mujeres tienen absolutamente prohibido tocar a los monjes y otra, que es muy ofensivo tocarles la calva. Tocarles la calva... No le encuentro el sentido social a esto. Una persona cuando entra en contacto con otra puede sonreir, mirar a los ojos, estrechar la mano... pero no le toca la calva, y menos si no lo conoce. Me pregunto si pusieron la regla por recibir capones de los turistas.
Y bueno, yo soy capaz de charlar con un monje hasta el final sin tocarle la calva, pero soy mujer, qué le voy a hacer. Mi género femenino, por mucho que en Tailandia se cambie de sexo como de peinado, me gusta demasiado, de modo que no reuniendo uno de los requisitos, tuve que desistir.
Sin embargo, y a pesar de haber dejado mi ilusión en Tailandia de jugar a periodistas y volver con una entrevista exclusiva que nunca tuvo lugar, sí he metido en mi maleta multitud de temas interesantes sobre los que estoy investigando y en los que me gustaría profundizar. Como podréis imaginar, son en su mayoría de sociología y de psicología social.
Voy a hacer un breve apunte como para introduciros los temas que tengo pensado abordar, que surgen de la experiencia y seran completados con bibliografía, como siempre. Mañana comenzaré con el primero, que introduce el concepto de compasión, un concepto muy importante en psicología positiva.
Algo que me ha llamado especialmente la atención de la sociedad tailandesa en ciudades grandes y en desarrollo como Bangkok o Chiang Mai es el anhelo de ser o parecer occidentales y me he dado cuenta del poder mediático que ejercemos sobre Asia en general. (esto no solo sucede en Tailandia sino también en otros países asiáticos, como Japón, Indonesia o Corea (del Norte y del Sur). Digo poder mediático porque todos tenemos claro que ellos ejercen sobre nosotros otro tipo de poder. Así, eligen comunicadores, modelos o actores en los medios de comunicación con aspecto occidental. Las series de televisión tailandesas son protagonizadas por hombres y mujeres con un aspecto relativamente alejado de, digamos, sus "rasgos originales".
En Occidente por el contrario se aprecian mucho los rasgos asiáticos, los ojos rasgados se relacionan con belleza y en concreto la mujer asiática suele considerarse muy atractiva. Además, nuestro canon de belleza actual muestra pieles bronceadas y nuestra tendencia a perseguir ese canon nos obliga a hacer verdaderas locuras para conseguir los tonos planteados: ir a un solarium, tomar el sol durante horas, utilizar autobronceadores, aceites o caña de azúcar. Allí no solo se ha extendido y se está extendiendo un tipo de operación de estética que elimina el párpado consiguiendo un efecto "ojo occidental" sino que se percibe la blancura de piel como símbolo de belleza, pureza y estatus social. El bronceado se atribuye más bien a aquellos que trabajan en el campo, que pasan más horas al sol y tienen un menor nivel socioeconómico. (Es curioso que este canon de belleza era el establecido en Europa también hace un par de siglos). Así que si estás en un país asiático y vas al supermercado a comprar crema facial/corporal, fíjate bien en los ingredientes porque como te descuides, hasta las marcas europeas llevan efecto "whitening" (blanqueador).
Por supuesto otros factores culturales han despertado mi curiosidad, por ejemplo la gastronomía. Utilizan en cada plato todos los cinco tipos de sabores: dulce, picante, salado, ácido y amargo. Hicimos un curso de cocina y quedamos enamorados de la gastronomía tailandesa. Otras diferencias culturales nos parecieron curiosas, como el saludo, el idioma, o costumbres como que allí consideren la cabeza la parte más digna del cuerpo y los pies la más indigna, luego es de muy mala educación mostrarle los pies desnudos a alguien. También la inmensa cantidad de input (o estímulos visuales) que te encuentras en la ciudad. Me pareció brusco y exagerado, pues observas pantallas de televisión hasta dentro del metro, publicidad mires donde mires, luces, etc. No entiendo cómo puede un ser humano vivir su día a dia así. Algunas ciudades europeas tampoco se alejan mucho de esta estructura de ciudad. Eso es maltrato cerebral.
Los contrastes son otro choque cultural. Cómo la sociedad de un país que produce prendas a dos duros para tiendas como Zara, Mango, H&M... compra luego esa misma ropa a precio de tienda, un precio que se escapa de las posibilidades de la enorme mayoría. Cómo tiene tantísima gente un iPhone 5 siendo su sueldo mensual menor a 400€. Cómo una ciudad puede ser moderna y tercermundista a la vez. Cómo en los tiempos que corren y con tal borrachera de productos electrónicos modernos todavía existe una inmensa falta de conciencia social, ecológica y de seguridad. Se me encogía el pecho cada vez que veía a seis mujeres montadas en una scooter sin casco (aunque esto último no debemos olvidar que en nuestro país hasta hace poco era igual) y la sexta iba sentada detrás con un bebé cogido de un brazo.
Este mes de Abril el blog vas a estar muy interesante... ¡No desconectes! Para los que no habéis estado nunca, espero haber ofrecido una introducción con información interesante, para aquellos que sí, me encantará que compartáis, sugiráis, opinéis o refutéis mis experiencias, aportando las vuestras y complementando mi análisis.
¡Aquí estoy de vuelta con las pilas recargadas y con muchas ganas de aprender!
Hasta muy pronto.
"Aquel que no investiga se torna no solo infeliz, sino también injusto" (Blas Pascal)
¡Feliz miércoles! Mañana abandono Alemania y marcho rumbo a Asia dieciséis días así que estoy con los nervios un poco presentes, como creo que podréis comprender. Pues bien, hace pocos días estaba cenando con un grupo y me di cuenta de lo ridícula que me empecé a sentir de repente llamando a mi pareja en público como nos solemos llamar en la intimidad, y de ahí surgió el siguiente tema de psicología social, un tema interesante a la par que divertido.
Son innumerables los apodos cariñosos que se escuchan entre los miembros de las parejas que nos rodean. No existe más límite que el que dictamina la imaginación. Entre la multitud de relaciones amorosas podemos observar desde las más clásicas, que suelen utilizar apelativos populares como "gordi", "cari", "tesoro", "churri" o "mi amor", hasta las más excéntricas y originales, que inventan sus propios apodos particulares, como por ejemplo estos que he tenido ocasión de escuchar: "coso", "bebits", "meloncito", "chipirón" o "mou".
De los más neutros a los más cursis. Los apodos se convierten en la pareja en palabrasclave. Este hecho es bastante llamativo. Es para preguntarse por qué motivo se recurre con tantísima frecuencia a un apelativo cariñoso para referirnos a nuestra pareja en la intimidad, en lugar de llamarle por su verdadero nombre o una abreviatura de éste, como hacemos regularmente con nuestros amigos o nuestra familia. Algunas personas utilizan también apodos en sus círculos sociales. Sin embargo se observa una elección especial y cuidadosa del apodo empleado para llamar a la media naranja, a la que se le atribuye un nombre que le diferenciará de los demás y con el que se le identificará como pareja, de manera que solo sea interpretado por nosotros. Es una forma de otorgar exclusividad. "Solo yo te llamo así. Solo ante mí respondes así". Se tiende a utilizar el nombre completo de la persona únicamente en situaciones en las que se requiere llamar su atención o marcar una distancia emocional, como en el caso de un enfado, en un contexto de discusión o cuando se comunica una noticia importante.
Algunas parejas no sólo utilizan apodosclave para dirigirse al contrario sino que adoptan una manera de hablar muy particular cuando se comunican íntimamente con la pareja. Tono infantil, velocidad de habla reducida, voz de bebé, pronunciación gangosa o sustitución de algunas sílabas por otras que producen un efecto más "tierno". Esto sucede en todos los idiomas (en alemán son por cierto comunes los apodos "ratoncito" y "pajarito") y con excesiva frecuencia en un elevado número de parejas. Es más, me atrevo a decir que Tú, lector, has caído en algún momento de tu vida, ya sea con tu actual pareja o con alguna de las anteriores, en este bucle teatral en el que la adopción de un rol en la comunicación supone un factor esencial. Sea dominante y protector, sea inocente e infantil.
Efectivamente, lo has hecho y sin embargo te resulta incómodamente "ridículo" cuando lo escuchas en otras parejas, no siéndolo en ningún caso cuando el implicado eres tú. De hecho, te resulta tan familiar esa dinámica de pareja que probablemente ni te llama la atención.
Por qué es inevitable el uso de apodos y tonos de voz especiales en la pareja
¿Te imaginas a tu novio hablando con sus colegas como te habla a tí cuando estáis a solas? ¿A tu novia adoptando el rol de niña pequeña o de princesita cuando está con sus amigas? Grima. Lo sé. La mera imagen de una situación así no es solo incómoda, es desagradable. Alguno de vosotros habrá sentido seguro un escalofrío al leer estas líneas. Esa comunicación solo tiene cabida en pareja.
Pero sí, es inevitable. Es inevitable porque cuando la relación se afianza, surge una necesidad no solo de exclusividad, sino de intimidad. La búsqueda de apodos es en el fondo una búsqueda por fortalecer el vínculo con la persona, una búsqueda de complicidad a través de palabras clave que solo puedan ser interpretadas por los miembros de la pareja.
Repasando los apodos que se escuchan en la sociedad he llegado a la conclusión de que las reglas a seguir en la elección son las siguientes:
Cualquier defecto puede ser convertido en virtud: "Gordi" viene de gordo de toda la vida, sin embargo como apodo cariñoso parece perder esa maldad e hijoputismo que conlleva el apelativo original. Esto es comparable con "enano", "feo", "fideo". El riesgo de la exageración es encontrarnos con sobrenombres tipo "ciegui", "manqui", "lorcis" y otros del estilo.
Los apócopes se llevan: Cualquier palabra si está apocopada, es candidata a ser considerada apodo cariñoso. Así "Peque" es pequeña, "Pitu" es pitufa y "Cuqui"... pues no sé, pero mucho me temo que debe venir de cucaracha.
El uso alegre del sufijo afectivo: El abuso de los sufijos -ito e -ita es la manera más fácil de hacer cualquier nombre un apodo cariñoso. Hasta alguien más feo que un orco de Mórdor puede ser llamado "orquito", que ya no parecerá algo negativo.
Si la comida está buena... nuestra pareja también: Una manera de elogiar a la pareja es llamarla como algún tipo de comida. Hasta ahora se llevan las cosas dulces: "pastelito", "tocinito", "bollito", pero quién sabe si en un futuro la moda favorecerá otras variedades y lo verdaderamente in será llamarse "salchichita", "filetito", o "huevofrito".
Las partes del cuerpo son un must: Utilizar características físicas o exagerar atributos corporales visibles son un clásico. Así escuchamos con frecuencia "ojazos", "culazo", "rubia", "calvito" o "flaquita".
Después de este breve repaso, añadimos un tipo de sobrenombres que son los inventados por la propia pareja, con la finalidad de sentirse más unida y comunicarse mejor.
Ño me habes achí
Psicólogos expertos insisten en que esta parte lúdica de la pareja es muy positiva pero solo aceptable cuando ambos participantes están de acuerdo. Es decir, si no te gusta cómo te habla o te llama tu pareja, dilo. Algunas personas encuentran ridícula la manera que tiene el enamorado de interactuar y entran en el juego o lo permiten a pesar de repudiarlo por miedo a herir a esa persona. La actitud de quien habla así en pareja sin ser correspondido suele estar relacionada con la necesidad de proteger o ser protegido. Muchas veces incluso con una ausencia de cariño que incita a buscar en la pareja una figura paterna o materna una vez está establecida la confianza. Pues bien, si no es recíproco, es recomendable que le comuniques abiertamente que prefieres que solo te hable así a solas, o que simplemente te llame por tu nombre y deje de decirte palabras que no entiendes, antes de que sea demasiado tarde y te encuentres pasando más momentos bochornosos y desagradables que tiernos.
Es mala idea responder de forma vengativa con sobrenombres irónicos, lo único que ocurrirá será que herirás a tu pareja y crearás malos entendidos.
Para el psicólogo Oscar Urzagasti, los apodos son ambivalentes. Siempre tienen un significado literal y un significado emocional. El significado literal es la palabra como tal, es decir, alguien que te llama "gordi" o "flaquita" no estará dejando de hacer referencia al aspecto físico y puede ser interpretado de tal manera o desde el punto de vista emocional, en el que el apodo se encuentra en un contexto amoroso, alejado del significado real.
Conviene tener cuidado con las llamadas y los mensajes en horas laborales. Una escena tipo "Bridget Jones" o una llamada inapropiada en la que se escucha: "¿Ontá mi bebé?" podría tener consecuencias nefastas. Otro tema importante a tener en cuenta es evitar adoptar este tipo de comunicación en público. La pareja puede o no sentirse incómoda, pero los tonos inapropiados y las exageradas muestras de cariño sí pueden causar incomodidad, desagrado o incluso rechazo, en aquellas personas ajenas a la pareja.
Nos vemos cuando vuelva de Tailandia. Hasta entonces pensaré en vosotros...
Para empezar pedir disculpas por el retraso pero no tengo Internet en casa y escribir desde el móvil no es ni cómodo ni práctico.
Hay varios temas pendientes para este soleado mes de Marzo de los que escribiré próximamente. Dentro de once días me ausentaré del blog dos semanas, pues estaré recorriéndome Tailandia, así que la mayoría de los artículos serán publicados la primera quincena de Marzo. Se avecinan meses muy interesantes, y reflejaré todo mi camino y experiencia en cada futuro artículo.
El de hoy es más bien cortito y digno de ser publicado un viernes, pues ya sé que cansados de toda la semana estáis menos predispuestos a leer un artículo denso y complejo.
He leído esta mañana una entrevista que se le realizó al Lama Tulku Lobsang en 2012, un médico monje tibetano altamente apreciado en su cultura. Sus ensenanzas están basadas en el antiguo conocimiento tántrico que ha sido la base del budismo tibetano. Relaciona la medicina tibetana y su praxis con la psyche del ser humano, compara Oriente y Occidente y nombra un par de conceptos clave que me gustaría desarrollar y en los que quiero profundizar para que podamos integrarlos en nuestra filosofía de vida, pues no tienen desperdicio alguno. De algunos conceptos ya hablé de hecho en su día en los exitosos artículos sobre Mindfulness. Ahí os dejo el fragmento de la entrevista y abro el período de reflexión individual, me encantaría leer vuestros puntos de vista y reacciones a ella:
Cuando un paciente viene a su consulta, ¿cómo descubre cuál es su enfermedad?
Mirando cómo se mueve, su postura, la forma de mirar.
No hace falta que me hable ni me explique qué le pasa.
Un doctor de medicina tibetana experimentado, solo con que el
paciente se le acerque a unos 10 metros, puede saber qué dolencia sufre.
Pero también escucha los pulsos.
Así obtengo la información que necesito de la salud del enfermo.
Con la lectura del ritmo de los pulsos se pueden diagnosticar un 95% de las enfermedades, incluso psicológicas.
La información que dan es rigurosa como la de un ordenador.
Pero leerlos requiere mucha experiencia.
Y después, ¿cómo cura?
Con las manos, la mirada, y preparados de plantas y minerales.
Según la medicina tibetana, ¿cuál es el origen de las enfermedades?
Nuestra ignorancia.
Pues perdone la mía, pero, ¿qué entiende usted por ignorancia?
No saber que no sabes.
No ver con claridad.
Cuando ves con claridad, no tienes que pensar.
Cuando no ves claramente, pones en marcha el pensamiento.
Y cuanto más pensamos, más ignorantes somos y más confusión creamos.
¿Cómo puedo serlo menos?
Te daré un método muy simple: practicando la compasión.
Es la manera más fácil de reducir tus pensamientos.
Y el amor.
Si quieres a una persona de verdad, es decir, si no la quieres solo para ti, aumenta tu compasión.
¿Qué problemas ve en Occidente?
El miedo. El miedo es el asesino del corazón humano.
¿Por qué?
Porque con miedo es imposible ser feliz, y hacer felices a los otros.
¿Cómo afrontar el miedo?
Con aceptación. El miedo es resistencia a lo desconocido.
Y como médico, ¿en qué parte del cuerpo ve más problemas?
En la columna, en la parte baja de la columna: os sentáis demasiado tiempo en la misma postura.
Vitalmente, tenéis demasiada rigidez.
¿Tenemos muchos problemas? Creemos que tenemos muchos problemas, pero en realidad nuestro problema es que no los tenemos.
¿Qué quiere decir? Que nos hemos acostumbrado a un nivel de necesidades básicas
cubiertas, de modo que cualquier pequeña contrariedad nos parece un
problema.
Entonces, activamos la mente y empezamos a darle vueltas y más vueltas sin solucionarlo.
¿Alguna recomendación?
Si el problema tiene solución, ya no es un problema.
Si no, tampoco.
¿Y para el estrés?
Para evitarlo, lo mejor es estar loco ¿…?
Es una broma.
No, no tan broma.
Me refiero a ser o parecer normal por fuera, y por dentro estar loco: es la mejor manera de vivir.
¿Qué relación tiene usted con su mente?
Soy una persona normal, o sea que a menudo pienso.
Pero tengo entrenada la mente.
Eso quiere decir que no sigo a mis pensamientos.
Ellos vienen, pero no afectan ni a mi mente ni a mi corazón.
¿Usted se ríe a menudo? Cuando alguien ríe, nos abre su corazón.
Si no abres tu corazón, es imposible tener sentido del humor.
Cuando reímos, todo es claro.
Es el lenguaje más poderoso: nos conecta a unos con otros directamente. ... Hasta muy pronto ...