El Blog de psicología sencilla para gente compleja.
Una selección de los temas más interesantes y actuales de la psicología científica, con una redacción amena y didáctica para todos los públicos.
Ahora tienes veinti- o treintaytantos años y te encuentras sentado ocho horas en una oficina, de becario en una empresa que no te convence y/o con un compañero/jefe que te cae mal.
Consideras que el tiempo que pasas en el trabajo es tiempo tirado a la basura y que podrías estar invirtiendo en tus hobbies, en tu familia, en tus amigos o en tu pareja.
Si te digo además que pasarás tres cuartos de tu vida trabajando, ya te empiezan a entrar sudores fríos.
Pero claro, en este sistema capitalista para (sobre)vivir uno necesita ganar dinero y para ganar ese dinero, uno necesita trabajar. Continuando esta rueda de hamster, uno debe trabajar para vivir. Efectivamente, en esta dirección gira la rueda y no al revés.
Desgloso este punto: NO SE DEBE VIVIR PARA TRABAJAR.
Si con algo de lo anterior te has sido mínimamente identificado, sigue leyendo.
Qué frívolo y banal suena el título de mi nuevo artículo. Si fuera yo la que leyera un título así en la red, es más que probable que no me atrayera nada entrar a leerlo. No lo haría. Lo sé. Pero yo confío en que confiáis (valga la redundancia) en la calidad de mis contenidos, así como confío en que hayáis oido la palabra "flow" en alguna otra ocasión algo más seria, pues metida en esa frase podemos caer fácilmente en el error de relacionarla con ridículas, comerciales, sobrevaloradas y explotadas frases de moda (moda pasada para mi gusto) como Y.O.L.O. o carpe diem.
Qué vergüenza ajena me dan esas frases, dicho sea de paso.
Pues bueno, no es una palabra cool ni una moda. Es un concepto científico de la psicología positiva. Os lo juro. Y para que terminéis de creerme os voy a contar un poquito más acerca de este concepto de forma breve e introductoria, así podré relajarme con la palabra y utilizarla abiertamente en próximos artículos sin parecer imbécil.
Espera, me gustaría ponerle una banda sonora a tu lectura. No por nada especial, pero ha sido empezar a escribir sobre el tema y mi mente ha empezado a tararear esta canción, debe ser que pega de fondo. Mi subconsciente es bastante gracioso a veces y le pone banda sonora a las cosas.
Si te apetece seguirme, puedes escucharla tú también mientras sigues leyendo, yo me la voy a poner mientras sigo escribiendo.
(Si estás en Alemania, te toca buscarla en DailyMotion, así que entiendo que pases. ¡Lo siento! Nuestro querido país censura todos los vídeos por violación de derechos, ya sabes)
El concepto "flow" puede ser traducido como "flujo" y fue nombrado por primera vez en 1975 por un psicólogo conocidísimo en el área de la psicología positiva y que tiene el sencillo nombre de Mihaly Csikszentmihalyi. No, no se me ha caído la cabeza en el teclado mientras escribía ni ha venido mi hermana pequeña que no tengo a teclar al túntún para molestar, este es un apellido real, existe, y como sé que ni os habéis detenido a leerlo y pronunciarlo por pereza, a partir de ahora en mi blog será nombrado solamente Mihaly por razones obvias, pues no me puedo dedicar lo que me queda de vida a copiar de Google el nombre de este señor cada vez que escriba. No es mi culpa que sus padres se atragantaran el día que fueron a declarar su nombre en el Registro Civil.
Hace nueve años, cuando no tenía ni la más remota idea de qué quería hacer con mi vida y psicología era solo uno de entre los muchos títulos sin contenido que incluí en mi lista de posibles carreras universitarias, leía entre otras cosas los libros de un psicólogo argentino que me gustaba mucho (raro, lo de que sea argentino y psicólogo digo) que se llamaba Jorge Bucay. Escribe tan sencillo y sus textos/cuentos son tan creativos, que activa tus procesos psicológicos más básicos sin que ni siquiera te hayas dado cuenta.
La motivación es uno de los procesos que Jorge (yo ya como si fuera mi amigo de toda la vida) fomenta en el lector. Un cuento que recuerdo me marcó fue el siguiente. Si me permitís, en este artículo voy a ser bastante más coloquial de lo habitual. La verdad, en plenos examenes, el rato que tengo para escribir en el blog me apetece darle otro tono a lo que escribo, no empeorando por ello la calidad del contenido.
El cuento no lo voy a buscar para copiarlo, lo contaré tal y como yo lo recuerdo:
Las ranitas y la nata
Érase una vez un par de ranitas que daban saltitos por el... campito (vaya manera de empezar, parezco Ned Flanders), cuando de repente encontraron un cubo de madera. Curiosas, las ranitas quisieron saber qué había en aquel atractivo cubo y saltaron al borde para asomarse, con tan mala suerte que ambas cayeron dentro. El cubo estaba lleno de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían; era imposible nadar o flotar en aquella masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente, pero era inútil. Solo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil llegar a la superficie y respirar.