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sábado, 5 de octubre de 2013

Imaginación vs. realidad

Si te estás imaginando algo que va a suceder y te preocupa, te inquieta  y te crea ansiedad, analiza.

¿Tienes la absoluta certeza de que vaya a suceder? ¿Existe el mismo porcentaje de posibilidades de que suceda y de que no suceda? Entonces piensa por qué eliges aquella opción que más daño te hace, por qué adelantas acontecimientos y por qué te preocupas tanto por algo que aún no ha sucedido y ni siquiera sabes si va a suceder.

A veces sufrimos más con lo que imaginamos que con lo que en realidad sucede.

Te voy a contar una pequeña historia que quizá te haga pensar:

"Había una vez un chico muy tímido llamado Marcos, que vivía en una casa en el campo con su madre. Su vecino, Javier, tenía su edad, y Marcos había escuchado que era algo antipático, aunque la realidad era que jamás había cruzado dos palabras con él.
 Un domingo, la madre de Marcos estaba cocinando y le pidió a su hijo que se acercara a casa de su vecino y le pidiera sal y un par de hojas de laurel. 
Marcos no podía creerse lo que le había pedido su madre. Refunfuñando salió de la casa, dirigiéndose a paso de tortuga a casa de Javier. Mientras caminaba empezó a darle vueltas a la cabeza: "bueno, y ahora pedirle algo a éste, con lo antipático que tiene que ser, seguro que me abre y me mira con desprecio, cuando me vea se va a reir de mí. Además, creo que no le caigo bien, porque un día me crucé con él en el colegio y no me saludó. Seguro que me odia. Y si le pido sal, lo más seguro es que además de reirse y no dármela, me insulta y me cierra la puerta en las narices, y yo me moriré de rabia y de vergüenza. Este tío de verdad es insoportable, no me extraña que no tenga amigos... y si me insulta y me cierra la puerta, yo no sé como voy a reaccionar..."

A todo esto, mientras Marcos iba pensando en el guión de la escena, llegó por fin y cargado de ira a la puerta de Javier, y llamó al timbre.
Javier le abrió y se alegró mucho de ver a su vecino, con el que nunca se había cruzado palabra por timidez. Le iba a invitar a pasar a merendar cuando Marcos, antes de que el otro pudiera abrir la boca, gritó: "¿pues sabes lo que te digo? que me da igual que no me dejes sal y laurel, y si me vas a insultar, que sepas que tú eres el imbécil, no le caes bien a nadie en el colegio y antes de que me cierres la puerta, ¡el que se va soy yo! ¡Adiós!

Os podéis imaginar la cara de Javier...

¿Os habéis encontrado alguna vez en una situación análoga? Nuestros pensamientos son a veces más potentes activadores de nuestras emociones negativas (ira, ansiedad, vergüenza) que la realidad misma.

Preocuparse, hacerse daño o pasarlo mal gratis no tiene sentido. Y muchas veces, esa preocupación tan horrible es tan solo producto de tu imaginación. Piensa si cómo te sientes es debido a la realidad, o más bien se debe a aquello que imagina tu mente. Te ahorrarás muchos disgustos, preocupaciones, decepciones, malos ratos, y sobretodo, evitarás todas esas emociones negativas que te invaden cuando piensas en ello.

Al fin y al cabo, y como dice la conocida frase: "Si el problema tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si no la tiene, ¿para qué te preocupas?"




¡Hasta muy pronto!

lunes, 24 de junio de 2013

Por fin un artículo sobre relaciones sanas.

¿En qué se diferencia este artículo de otros artículos sobre relaciones de pareja? Generalmente se habla (y he escrito yo también) sobre dinámicas insanas o problemas frecuentes en una relación: celos, infidelidad, falta o errores de comunicación, etapas de la relación, atracción, problemas sexuales, etc.

La temática de este artículo sin embargo se ciñe a un prototipo de relación de pareja carente de todos estos problemas. Digamos que hasta la relación más sana y con menos problemas sufre de "daños bidireccionales". Hasta el que ama de forma más pura y sincera puede y de hecho hace con frecuencia daño "sin querer". Un comentario poco afortunado, una actitud esperada que no sucede, un momento o día de susceptibilidad extrema (por ejemplo las mujeres antes o durante la menstruación, ¿os suena, no?).

Da igual si estamos recién enamorados, en una relación de poco tiempo o en una relación de muchos años: En toda relación existen pequeños daños bidireccionales que aparecen casi a diario, aunque nos esforcemos y dediquemos toda nuestra atención a no cometerlos. Encontramos una y otra vez un punto hiriente en nuestra pareja.
Este hecho no se puede evitar, pero como mis artículos se enfocan en la psicología positiva y en el crecimiento personal, vamos a recalcar que esto puede ser también percibido como una gran oportunidad que la vida nos regala para crecer y madurar tanto a nivel individual como a nivel de pareja.

Sea como sea estas heridas duelen, a veces incluso de manera desproporcionada y de forma persistente en el tiempo, y si no las superamos a tiempo van minando poco a poco tanto la relación como el amor.


El estilo de relación de pareja que todos (o debería decir una gran parte) hemos aprendido desde pequeños y al que todos aspiramos es el de una relación armoniosa y estable. Y es por esto por lo que tendemos a minimizar o quitar importancia a estas pequeñas heridas, a hacer como si no hubiera pasado nada, a intentar seguir dejándolas en el olvido siguiendo el refrán "el tiempo lo cura todo". Pero este comportamiento solo produce acumulación del dolor que han ido produciendo estas heridas, acompañándonos en el tiempo y saliendo finalmente a la luz en momentos totalmente inapropiados o inesperados.
Es como si tuviéramos un cajón donde vamos guardando todos los hechos y actitudes de nuestra pareja que nos duelen y que no han sido resueltos. En algún momento, llega la gota que colma el vaso y abrimos ese cajón, dejando salir todo lo que hemos ido guardando dentro, y el amor está tan debilitado que no tiene la fuerza ya de soportar toda esta montaña de hechos dolorosos que salen al ataque.