sábado, 18 de febrero de 2017

Sensation-Seekers: "Frisky, but more risky"

¿Alguna vez has escuchado el término "sensation-seeking"? ¿Sabes lo que significa? No te dejes engañar por la terminología inglesa, la razón de su uso es puramente pragmática. Literalmente podríamos traducirlo como "búsqueda de sensaciones". Para mí este concepto fue personalmente relevante el día en el que un compañero de carrera me lo planteó para definir su necesidad imperiosa de aprender y vivir nuevas experiencias: Sensation-seeker. Lo dijo de broma, pero me encantó y me motivó a investigar. El concepto corresponde a un rasgo de personalidad, descrito por primera vez por Marvin Zuckerman en 1969, que consiste en la tendencia de un individuo a buscar placer sensorial, cambio, novedad, a experimentar sensaciones complejas e intensas. Estas personas que suelen ser tachadas de "inestables" o "impulsivas", no son más que seres necesitados de un continuo aprendizaje, de vivir experiencias enriquecedoras, de salir una y otra vez de su zona de confort. En ausencia de estímulos intensos se aburren fácilmente y un profundo sentimiento de vacío les impulsa o motiva a buscar desesperadamente este tipo de experiencias con cierto grado de riesgo, real o percibido, ya sea a nivel físico, psíquico, financiero, legal o emocional. Esto es, lo mismo se aventuran a realizar un viaje en solitario a un país en vías de desarrollo como se sumergen en una relación de pareja pasional inestable, se adiccionan a un deporte de riesgo o emprenden invirtiendo todas sus fuerzas y energías en el proyecto.

lunes, 9 de enero de 2017

Los TICS y su origen psicológico

El otro día iba ensimismada (¿o no será enmimismada?), inmersa en mis pensamientos como es habitual entre nosotros los "empanados", cuando de repente veo que el hombre que se sienta delante de mí en el metro me guiña un ojo. No es la primera vez que me pasa algo así en un metro, en el de Madrid en concreto ya he vivido de todo, pero no por eso disminuye mi rabia cuando alguien me hace sentir intimidada. Cambio el rumbo de mi mirada, observando la nada en movimiento por la ventana, e intento evitar un nuevo contacto visual, pero la curiosidad por comprobar su abandono me pica y en un cruce fugaz de miradas vuelvo a captar un guiño de ojo. "¿Será asqueroso el tío este, que podría ser mi padre?". Vuelvo a cruzar mirada... Guiño. Cuando ya la ira me está haciendo insoportable la vida, me decido a poner en evidencia al sátiro hijo de su madre delante de todo el vagón. Voy a abrir la boca cuando veo que está mirando a otro lado y continúa guiñando el ojo, así, al tuntún, sin camino ni destino. Tiene un tic. Y yo me siento imbécil. Pero aliviada.

Entonces me quedo mirándole con calma, espero que discretamente aunque conociéndome seguro que no, mientras me pregunto por qué hay personas que desarrollan repentinamente un impulso nervioso involuntario, o un tic, para los amigos.

sábado, 22 de octubre de 2016

Por qué nos gusta tanto HALLOWEEN

Cuando yo era pequeña, en España casi nadie celebraba la noche del 31 de Octubre como tal. De toda la vida celebrábamos el 1 de Noviembre como día festivo, conocido como el Día de todos los Santos, o difuntos. Halloween como tal, tradición originariamente pagana se celebraba la noche del 31 de Octubre sobretodo en la esfera anglicana (Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda o Canadá), empleando símbolos como la calabaza (desconozco todos los detalles del origen de la calabaza como tradición aunque deduzco que será porque es la época estacional de esta verdura), los fantasmas, las brujas, y otros personajes fantásticos.

El morbo que produce el miedo, el terror, el pánico, ha ido in crescendo y ha ido ganando seguidores de todo el mundo, extendiéndose la fiesta de Halloween como una especie de virus por miles de países del mundo en las últimas décadas. En la década de los 90, a mis siete u ochos años ya empezamos a celebrarlo también en Madrid. Los primeros años, viendo películas de terror, disfrazándonos y yendo por las casas pidiendo caramelos. No todo el mundo conocía la fiesta y sobretodo las últimas generaciones muchas veces nos miraban desconcertados cuando abrían la puerta y nos veían de esa facha. Me acuerdo de un año en el que me disfracé del personaje de Scary Movie con una careta que echaba un líquido creando efecto "sangre", y yendo casa por casa, un abuelito nos abrió su puerta y tras mi terrorífico "bu" de niña pueril ingenua e inocente, éste se cayó de espaldas del susto -literal- y miraba al infinito muy afectado. Yo me quité la careta rápido traumatizada, no fuera que a aquel abuelito le diera un infarto esa noche por mi culpa. Mis amigas me miraban con cara de: "¿Qué has hecho?" y mi sentimiento de culpabilidad iba creciendo por segundos. Al verme el señor, se le fue pasando el microinfarto y nos preguntó por qué íbamos así vestidas. "¡Es Halloween!" "Jalo ¿qué?". Ni idea.

jueves, 13 de octubre de 2016

Mi psicólogo me dirá lo que tengo que hacer

Hay artículos densos, otros largos pero ligeros, otros largos y densos, y otros breves, pero intensos. A esos les llamo articulines, y son de lectura obligatoria (ja ja).
La frase que titula el articulín de hoy, tanto si eres psicólogo como si no, querido lector, la habrás escuchado con alta probabilidad a algún amigo, compañero o familiar de tu entorno cercano. Muchos ni siquiera reparan en lo absurdo de esta frase, y esto es debido al posible desconocimiento que tendrán y de hecho tiene un escalofriante número de personas (cada vez menor esta cantidad, gracias a Dios y a mi madre que me dio la paciencia), de la función que tiene un psicólogo en realidad.

martes, 11 de octubre de 2016

¿Cómo puedes sentirte así?

¿Alguna vez os habéis encontrado frente a alguien triste, infeliz o desdichado y pensado: "Cómo puede ser que una persona como ÉSTA se sienta así"?

De esto quería yo sentarme a escribir hoy. Un problema que con frecuencia me encuentro en psiquiatría, y no sólo allí sino en la vida cotidiana, es el de la frustración de no llegar a entender por qué personas llenas de cualidades, enormemente capaces, con unas condiciones de vida muy por encima de la media y una trayectoria vital objetivamente satisfactoria, pueden llegar a desarrollar síntomas depresivos como tristeza, sentimientos de vacío, desesperanza o ausencia de expectativas de futuro. No sé si me explico. Hay personas con infancias traumáticas, carencias afectivas o abuso de sustancias de las que más o menos puedes deducir de dónde viene su situación actual, y luego están esas personas que aparentemente tienen la vida perfecta, han tenido una infancia percibida como feliz, han sido amadas con locura y no saben siquiera identificar dónde se ha podido originar todo ese infierno que están viviendo. Y es precisamente de ese tipo de personas de las que quiero hablar hoy, aquí. Esas personas a las que ayudas y cuyo problema atiendes, sí, pero nunca entenderás su causa, su por qué.

La respuesta parece sencilla. No puedes entender que esas personas se sientan así, porque tú no eres esas personas. Pero esta dificultad va más allá de la falta de empatía. Lograr la perspectiva del otro en este caso resulta más complicado, pues lejos de nuestro propio punto de vista, esta persona es objetivamente colocable en una escala de motivos y razones por los cuales un ser humano debería sentirse feliz. De alguna manera nace el impulso de despertar a esa persona de su sueño profundo (¿pesadilla tal vez?) para que vuelva a la realidad objetiva de persona satisfecha y feliz que debería ser. - ¿Acaso no te das cuenta de todo lo que tienes? Pero cómo puedes sentirte así, con toda la gente que hay en el mundo que tiene problemas de verdad, que no tiene ni para comer y tú, con la suerte que tienes y bla, bla, bla... Y empiezan los juicios. Y la persona afectada oye letras pero no escucha el mensaje. Se hace consciente la brecha entre el "debería sentir" y lo que estoy sintiendo. La distancia a recorrer para alcanzarlo es larga, y la energía poca. La culpabilidad golpea, y es entonces cuando surge el sentirse incomprendido, que se suma al sentimiento de culpabilidad, y a esa incomprensión le sigue el sufrimiento.

Porque como siempre digo y repito, el mayor sufrimiento de alguien mentalmente débil es la incomprensión de los que le rodean. Y ojo, aquí la diferencia entre comprender y entender existe y es grande.

Es importante conocer el hecho de que la felicidad no va de la mano con el número de lazos afectivos, ni con la calidad de éstos, con la "suerte en la vida", las posibilidades económicas o el éxito personal y profesional, si bien estos factores ayudan indudablemente a conseguir ese estado de satisfacción plena, no la garantizan. Entre ese estado y la persona existiría un tercer factor, intermediario, que sería el procesamiento de todas esas cosas positivas que tenemos en la vida y el cumplimiento de expectativas mentales que tenemos como individuos, de metas. Si nuestra vida está objetivamente llena de motivos y razones para sentirnos felices pero no nos sentimos así, es posible que tengamos que revisar nuestros valores, nuestras prioridades y nuestras expectativas. ¿Son exageradamente altas? ¿Me estoy focalizando demasiado en ciertos ámbitos de mi vida e ignorando otros? ¿Cuáles son mis prioridades? ¿Qué es importante para mí en mi vida? ¿Qué he conseguido hasta ahora?

Centrarse y anclarse en las causas de un problema no lo solucionan (o eso dicen los psicólogos cognitivo-conductuales en nuestra querida Europa), si bien es importante intentar conocerlas para conseguir ese entendimiento del por qué, esa comprensión completa y profunda del problema, de fondo a superficie, de contenido a forma, de marco a interior. Ayudar a las personas en estos casos a que hagan introspección, a que auto-indaguen, plantearles preguntas que quizás ellos mismos no son capaces de autoplantearse, y lograr ese "darse cuenta", como decía Rogers, esa "toma de conciencia", ésta puede ser la manera más adecuada de intervenir cuando nos encontramos un caso de este tipo, dejando fuera juicios y comparaciones con la norma, con el mundo, con el "debería".

Porque todos conocemos o hemos conocido personas así y al leer este texto estamos pensando en alguien, ¿o no?




¡Hasta muy pronto!





"La incomprensión, más que la imposibilidad de comprender, es la imposibilidad de sentir" (José Narosky)


domingo, 3 de julio de 2016

El Psicoanálisis: La corriente infravalorada por los europeos.

Sigmund Freud (1856-1939)
Todos sabemos quién es Freud. Parece una pregunta de Trivial con respuesta universal: "el padre del psicoanálisis". Y lo es. Fue quien a principios del siglo XX impulsó con su obra la corriente psicoanalítica desarrollada y discutida después por tantos autores. Pero qué sabemos en Europa de este genio, de esta obra? Parece que los conocimientos de las nuevas generaciones de psicólogos europeos sobre Freud y su obra se limita al inconsciente, un señor que veía sexo en todas partes, traumas de la infancia, interpretaba los sueños y analizaba a los pacientes tumbados en un diván. Mucha vergüenza. Y si esto es un blog de psicología, creo que ya va siendo hora de dedicarle un espacio (o igual me animo y le atiendo un poquito más) al padre de una de las corrientes más extendidas por todo el planeta.

Si hay algo que aprendí en la universidades europeas (concretamente en España y en Alemania, que es donde he estudiado psicología) es que el psicoanálisis pertenece "al pasado". Es importante, pues forma parte de la historia de la psicología y ha aportado muchas cosas a la psicología de hoy, pero no es actual, está obsoleto. No es objetivable, es difícil de operacionalizar, es largo y bastante complicado de estudiar, seas alumno o científico. Los países del primer mundo tenemos la bonita manía o fea costumbre, de creer que nuestra manera de conocer el entorno en el momento en el que estamos, es incuestionable. Los conductistas creyeron en los 50 radicalmente en que lo no observable no existía, y mucho menos podía ser objeto de estudio. Y haberte atrevido tú en esa época a llevarles la contraria. Ahora está de moda conocer el mundo a través del método científico. Dentro de este marco, la estadística es la que define el mundo por excelencia. La validez, la fiabilidad, son conceptos que sellan nuestras indagaciones con la verdad "absoluta" (porque somos tan dogmáticos que no somos capaces de admitir la relatividad, y si el 70% de un estudio de un grupito de personas que tomó aceite de oliva no desarrolló cáncer, promulgamos alegremente que el aceite de oliva previene el cáncer, y así pasarán los años hasta que otro estudio demuestre lo contrario). Y todo aquello que no encaje en este modelo, no es válido, ni fiable, ni científico, y por lo tanto no tiene nada de verdad.



El psicoanálisis nació de la interpretación, fijate tú lo que tendrá de objetivo. Encajaba con los modelos epistemológicos de entonces y además parecía tener éxito en la práctica. Los pacientes con histeria y trastornos de personalidad se curaban en manos de Freud y sus discípulos y parece que se podía dar una segunda oportunidad a todas aquellas personas "locas" denigradas y marginadas por la sociedad en los famosos manicomios. ¿Por qué iba nadie a cuestionarse su validez? El psicoanálisis era la panacea. Pero los tiempos cambian, el capitalismo mueve el mundo y la ciencia se ha apoderado de nuestro modo de saber. Y de ahí se abrió un determinante debate: El psicoanálisis tiene mucha fuerza, sí, mucha evidencia empírica y décadas de desarrollo y experiencia, pero no encaja en el modelo de la ciencia, es largo, no es rentable, no encaja en el capitalismo. ¿Qué hacemos? Vamos a intentar estudiarlo. Pero los estudios son pocos, no tienen suficiente fuerza. No nos queda otra que darlo por viejo, no sirve, no vale.